lunes, 15 de diciembre de 2014

Blesa tampoco sabía

Good morning, Spain, que es different
En su declaración ante el juez de la Audiencia Nacional, Rodrigo Rato alegó en su descargo una ignorancia supina acerca del turbio asunto de las tarjeta opacas de Bankia. Lo mismo hizo su compinche de correrías financieras, Miguel Blesa, cuando declaró ante el juez el mismo día 16 de octubre, sobre este caso.
Blesa echó mano de un rosario de respuestas vagas y de excusas infantiles para ofrecer la imagen de alguien sorprendido en su ingenua ignorancia por los errores o deficiencias de otras personas:
.-“Supongo que me dio la tarjeta el secretario general del Consejo de Administración…”
.- “Me dijeron que era un complemento retributivo…”
.- “Al llegar me dieron dos tarjetas…”
.- “No pregunté por los fundamentos jurídicos de las tarjetas…”
.- “Me hacían las propuestas los de recursos humanos. Yo daba el visto bueno y lo aprobaba el Comité de Medios…”
.- “A mí nadie me dijo nada sobre si había que declararlas o no. Pensaba que sí se declaraban, pero no lo sabía. Me ha sorprendido que no se hiciera. Lo he descubierto ahora.”
.- “Supongo que el Banco de España lo conocía…”
.- “Auditoría Interna lo debería de haber visto. No sé quién tomó esa decisión…”
Provoca indignación saber que Miguel Blesa, inspector de Hacienda en excedencia, “ha descubierto ahora”, en 2014, la irregularidad de las tarjetas, cuando ha presidido durante catorce años (de 1996 a 2010) el Consejo de Administración de la Caja.
Por esa deficiente labor, además de las dos tarjetas, la blanca y la negra, Blesa tenía un sueldo muy elevado, que empezó a crecer justo al iniciarse la crisis financiera, pues, de 1,7 millones de euros en 2006 pasó a 3,5 millones de euros, en 2007, sin otra justificación que su santa voluntad. En 2010, su último año en la presidencia, recibió 3,6 millones de euros, y en los últimos ocho años había percibido casi 20 millones de euros (19.749.000 euros).
Ante lo cual, lo mínimo exigible sería pedir más cuidado a quien es agraciado con tales emolumentos por presidir una entidad, que, además, custodiaba el dinero de 10 millones de clientes, en su mayoría pequeños ahorradores, pues esa era la filosofía de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid.
Fundada por el sacerdote Francisco Piquer en 1702 para prestar a las clases humildes dinero sin interés, con la entrega de joyas y objetos de los solicitantes como garantía. En 1836 se empezó a solicitar el cobro de un pequeño interés por los préstamos y en 1839 se empezaron a retribuir los depósitos, pero ha seguido funcionando hasta hoy como casa de empeños. En 1998 adoptó el nombre de Caja Madrid para ponerse a tono con los nuevos tiempos, en que las cajas de ahorros, olvidando su función social, competían con los bancos en otros terrenos, y uno de ellos era la financiación inmobiliaria.  
Blesa es un caso paradigmático de lo que fue la etapa de gobierno de Aznar (1996-2004) y del tipo de gestores con pocos escrúpulos que pusieron en marcha la España que financieramente iba bien (y moralmente bastante mal).
Como otro de los amigos del Liderísimo, fue colocado, no sin tensiones dentro de su propio partido, en la presidencia de Caja Madrid, que se convirtió, como otras cajas de ahorros después saneadas con dinero público, en un instrumento al servicio del poco cuidado desarrollo regional, donde se hizo patente la afinidad de  espurios intereses entre dirigentes políticos autonómicos, directivos financieros y promotores inmobiliarios.
Este fue el caso del crédito de 1.000 millones de euros concedido en 2007 a la inmobiliaria Martinsa-Fadesa por el consejero Carlos Vela, que poco después dejó la Caja para ocupar el cargo de consejero delegado en la inmobiliaria. En 2008, el reventón de la burbuja inmobiliaria provocó la ruina de Martinsa-Fadesa, que dejó una deuda colosal a sus acreedores, entre ellos Caja Madrid. Lo cual no fue obstáculo para que Carlos Vela volviera a ser contratado por la Caja.
La gestión de Blesa está llena de irregularidades, de operaciones más que discutibles, como los créditos alegremente concedidos de gente con escasa solvencia, como Gerardo Díaz Ferrán, o con un tipo de interés ridículo, y de arriesgadas inversiones, como la compra, en 2008, del City National Bank de Florida, por 628 millones de euros, y, por 10,5 millones más, una mansión de lujo en Miami que debería ser la residencia del representante de Caja Madrid. En 2009, el City National Bank tuvo unas pérdidas colosales, por lo cual Caja Madrid tuvo que inyectar 233 millones de euros, para comprar el resto de las acciones. Como la situación del banco no mejoró, al año siguiente tuvo que inyectar otros 240 millones de euros.
En 2010, Caja Madrid se fusionó con otras seis cajas de ahorros -Bancaja, Caja Insular de Canarias, Caixa Laietana, Caja Rioja, Caja Ávila y Caja Segovia-, conjunto al que se llamó Banco Financiero y de Ahorros (BFA), presidido por Rodrigo Rato. En julio de 2011, tras una gran campaña publicitaria, Bankia, la filial del BFA, salió a Bolsa y se integró en el Ibex. En menos de un año, su cotización se desplomó. En mayo de 2012 el Gobierno nacionalizó BFA a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria y, a pesar de la afirmación de Mariano Rajoy de que no habría ningún rescate de la banca española, Bankia tuvo que ser saneada con 22.424 millones de euros, de los cuales 18.000 millones procedían de fondos de la Unión Europea. Aunque, el coste del rescate puede ser superior.
En julio de 2014, el Banco Santander si hizo cargo de la gestión del Monte de Piedad de Madrid.
Un entidad tres veces centenaria, que, sin ánimo de lucro, surgió para atender las modestas necesidades financieras de las clases bajas, en poco más de una década ha devenido en una quiebra que tiene mucho de fraudulenta, aunque por ahora nadie se ha hecho responsable de ella. Pero antes de quebrar, con la venta de las acciones preferentes, ha llevado a la ruina a miles de pequeños ahorradores, que han perdido muchos de ellos los ahorros de toda la vida y hasta la vivienda, y de rebote ha cargado el coste de su rescate sobre las costillas de los contribuyentes españoles.
El recurso de Blesa de hacerse el longui no convenció al juez, quien le ha impuesto una fianza de 16 millones de euros que debe depositar a la mayor brevedad, si quiere evitar el embargo de sus bienes.

22-10-2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario