Good morning, Spain, que es different
Decían
los antiguos que el mapa de la vieja Iberia parecía una piel de toro extendida,
donde la testuz estaba en los Pirineos y los cuernos apuntando hacia Francia, dicho sea sin ánimo de ofender.
El
origen de tal analogía está, dicen los sabios, en el greco romano Estrabón, quien
al parecer la tomó del griego Posidonio, que sí estuvo en Hispania, en Iberia o
en Hesperia, jardín del atardecer, al Oriente, y mitológico huerto de Hera, donde
crecían manzanas de oro, según unos, y jugosas granadas o naranjas según otros.
Puede
ser que, fundado en la taurina analogía del mapa, surgiera un modo de describir
a sus habitantes por un rasgo sobresaliente de su carácter que los hacía
similares a los astados, bravos y nobles como toros de casta.
Las
dificultades propias de la conquista y la colonización por parte de Cartago y de
Roma alimentaron la leyenda de una tierra poblada por gentes rebeldes
capitaneadas por audaces caudillos como Viriato, Sertorio, los ilerdenses
Indibil y Mandonio, los hermanos Istolacio e Indortes, Orison, el caudillo
oretano, inventor del festejo taurino del “toro embolado”, que utilizó toros
bravos con antorchas en las astas para asustar a los elefantes de Amilcar y
llevar el caos a sus filas.
Caudillos
guerreros y pueblos indómitos sirvieron de inspiración a viajeros y poetas, que
fueron acuñando la legendaria bravura del pueblo hispano, donde los relatos
sobre el arrojo de gentes que preferían la muerte a someterse, se nutrían con
el ejemplo de héroes que aceptaban el sacrificio de sus vidas haciendo frente a enemigos superiores en
número pero no en valentía, y con las hazañas de ciudades enteras, como Numancia
o Sagunto, en las que sus habitantes elegían suicidarse colectivamente antes que rendirse al invasor.
Una historia preñada de
leyendas ha tejido un relato de gestas y de héroes, que no se doblegan ante invasores,
tiranos o enemigos de la fe católica, forjados en grandes epopeyas como la
Reconquista peninsular -Covadonga, Clavijo, Las Navas de Tolosa, Granada- o el
Descubrimiento y Conquista del continente americano (con mayúsculas como
corresponde a tales hazañas), en las que personajes como Don Pelayo, el Cid o
el Gran Capitán recogen el testigo de Viriato y Sartorio y lo entregan a Juan
de Austria, Cortés, Pizarro, Cabeza de Vaca, Gálvez, Alvarado, el loco Lope de
Aguirre… hombres audaces, guerreros, exploradores, héroes. Eso hemos sido, o eso nos han dicho que hemos sido.
(Continuará)
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