martes, 16 de diciembre de 2014

Piel de vaca 1

Good morning, Spain, que es different
Decían los antiguos que el mapa de la vieja Iberia parecía una piel de toro extendida, donde la testuz estaba en los Pirineos y los cuernos apuntando hacia Francia, dicho sea sin ánimo de ofender.
El origen de tal analogía está, dicen los sabios, en el greco romano Estrabón, quien al parecer la tomó del griego Posidonio, que sí estuvo en Hispania, en Iberia o en Hesperia, jardín del atardecer, al Oriente, y mitológico huerto de Hera, donde crecían manzanas de oro, según unos, y jugosas granadas o naranjas según otros.
Puede ser que, fundado en la taurina analogía del mapa, surgiera un modo de describir a sus habitantes por un rasgo sobresaliente de su carácter que los hacía similares a los astados, bravos y nobles como toros de casta.
Las dificultades propias de la conquista y la colonización por parte de Cartago y de Roma alimentaron la leyenda de una tierra poblada por gentes rebeldes capitaneadas por audaces caudillos como Viriato, Sertorio, los ilerdenses Indibil y Mandonio, los hermanos Istolacio e Indortes, Orison, el caudillo oretano, inventor del festejo taurino del “toro embolado”, que utilizó toros bravos con antorchas en las astas para asustar a los elefantes de Amilcar y llevar el caos a sus filas.
Caudillos guerreros y pueblos indómitos sirvieron de inspiración a viajeros y poetas, que fueron acuñando la legendaria bravura del pueblo hispano, donde los relatos sobre el arrojo de gentes que preferían la muerte a someterse, se nutrían con el ejemplo de héroes que aceptaban el sacrificio de sus vidas haciendo frente a enemigos superiores en número pero no en valentía, y con las hazañas de ciudades enteras, como Numancia o Sagunto, en las que sus habitantes elegían suicidarse colectivamente antes que rendirse al invasor.
Una historia preñada de leyendas ha tejido un relato de gestas y de héroes, que no se doblegan ante invasores, tiranos o enemigos de la fe católica, forjados en grandes epopeyas como la Reconquista peninsular -Covadonga, Clavijo, Las Navas de Tolosa, Granada- o el Descubrimiento y Conquista del continente americano (con mayúsculas como corresponde a tales hazañas), en las que personajes como Don Pelayo, el Cid o el Gran Capitán recogen el testigo de Viriato y Sartorio y lo entregan a Juan de Austria, Cortés, Pizarro, Cabeza de Vaca, Gálvez, Alvarado, el loco Lope de Aguirre… hombres audaces, guerreros, exploradores, héroes. Eso hemos sido, o eso nos han dicho que hemos sido.

(Continuará)

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