Good morning, Spain, que es different
En
unos pocos hemos tenido noticia de varios acontecimientos que merecen la calificación
de esperpénticos.
El
primero es que el Gobierno, en el proyecto de reforma de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, pretende limitar a seis meses las investigaciones
judiciales, sin aumentar por ello los recursos humanos y materiales de la
administración de justicia. Lo cual parece un paso destinado a apuntalar la
sensación de impunidad que ya reina entre los miembros menos honrados de la élite
política y económica de este país, con la promesa de una justicia aún más laxa.
Y esto, a dos días de haber tenido que destituir a Ana Mato, no por su pésima
gestión al frente del Ministerio de Sanidad, sino por su implicación en la
trama Gurtel, como beneficiaria de
las corruptelas de su marido, y de la demorada entrada en la cárcel del
presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, después de que su caso rodara
durante once años por los juzgados.
El
reciente informe de los dos peritos del Banco de España sobre la salida de Bankia
a Bolsa con las cuentas falseadas es el tercero de los esperpentos. Este informe puede aumentar la indignación
ciudadana, pero no provocar sorpresa en un caso que ha superado todo lo que era
posible imaginar sobre corrupción política y sobre la parálisis o la
complacencia de instancias como la Comisión Nacional del Mercado de Valores o
el propio Banco de España, que tenían que haberlo advertido.
La
Comisión Nacional de Mercado de Valores ya fracasó en su función en 2001, en el
caso Gescartera, el chiringuito financiero de Antonio Camacho, en el que desaparecieron 120 millones de euros de unos 2000 clientes,
lo cual llevó aparejada la destitución de su presidenta Pilar Valiente, que
llevaba poco más de un año en el cargo.
La
tolerancia del Banco de España ante la deriva de Caja Madrid y luego de Bankia
es aún más inexplicable, dado que el Gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez,
en un papel más propio de un consejero de la CEOE, ha sido un celoso vigilante
de la evolución de los salarios, pues durante años ha estado recomendando
moderar los salarios y facilitar el despido para salir de la crisis.
El
caso Bankia, por la variedad de los delitos cometidos, por la magnitud del descalabro -casi 24.000 millones de euros
de dinero público para sanear sus cuentas-, por el abuso de poder, por la suma
de incompetencia y afán delictivo y
porque revela una burla de todos los mecanismos de control legales, hubiera
bastado por sí sólo para echar abajo un gobierno y provocar una rápida y profunda
reforma de los mecanismos legales necesarios para evitar que pueda repetirse.
De momento, no hay tal intención.
Como
en otras cosas, en el caso de la crisis económica España también es un caso particular
–Spain is different-, porque aquí la recesión
provocada por el estallido de la burbuja financiera está asociado al desmesurado
desarrollo del sector de la construcción -otro esperpento- y a la especulación
inmobiliaria y con ello a la corrupción. En España, la crisis y la corrupción
han llegado cogidas de la mano, pues ambas son parte del modelo económico; la
crisis es sistémica y la corrupción, también.
Y no parece casual que del mismo
modo que han fallado todos los mecanismos previstos para detectar los signos que
avisaban del rápido crecimiento de la burbuja inmobiliaria y crediticia, desde
los locales, pasando por los autonómicos e insulares, hasta llegar a las
instancias centrales, como la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Ministerio
de Hacienda y el Banco de España, pues, del mismo modo han fallado los
mecanismos legales que deberían haber avisado de la galopante corrupción,
uniendo a los anteriores, la Fiscalía del Estado, el Tribunal de Cuentas, la
Abogacía del Estado y, en última instancia, el Defensor del Pueblo, o mejor
dicho, los defensores del Pueblo, porque tenemos diez defensores de rango autonómico
más el central, si es que se considera que el Pueblo, es decir, los ciudadanos,
merecen ser defendidos de un estado de corrupción general y de un modelo
económico que lleva el país a la ruina, teniendo en cuenta que han de ser ellos
los que han de pagar las facturas.
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