Good morning, Spain,
que es different
La guerra de clases, si es que alguna vez la hubo, ha
terminado. Tres días después de que Mariano Rajoy afirmara ante un selecto
grupo de empresarios que la crisis ya era historia (supongo que aludía a la
crisis económica, porque la otra, la política, institucional y moral, sigue
ahí, pujante como nunca), el Gobierno ha firmado con los sindicatos CCOO y UGT
y las patronales CEOE y Cepyme, un pacto para conceder una ayuda a los parados,
que exige tantos requisitos, que desmiente su intención. Bienvenida sea la
limosna o el aguinaldo navideño para quienes lo puedan cobrar, que merecido lo
tienen, pero su cuantía y temporalidad -seis meses- delatan una intención electoral
más que el sincero deseo de atender a una parte de la población muy golpeada
por la crisis y por las medidas de austeridad. Medidas, hay que decirlo una vez
más, aplicadas en teoría para salir de la crisis, pero que en realidad no
tienen otro objetivo que profundizarla, pues buscan abaratar los salarios para
colocar a la población asalariada en una situación de precariedad económica e
indefensión política y jurídica, que la obligue a aceptar la leoninas
condiciones laborales que los empresarios quieran imponer en aras de aumentar
la competitividad respecto a otros países. Pues en este país, la competitividad
y la productividad sólo contemplan un componente, que son los salarios, y cuanto
más bajos sean, mejor, porque así los beneficios serán más altos. Esta es la
elemental teoría económica del Gobierno y las patronales.
La osada declaración de Rajoy de que la crisis ha terminado
-ya es historia-, habría merecido la inmediata convocatoria de una huelga
general como respuesta a lo que es una provocación hacia los millones de personas
que sobreviven sin poder atisbar ni una leve mejoría en sus vidas, pero los
sindicatos, que parecen salidos del reino de las sombras, han preferido llegar
a un pacto limosnero y abandonar a los trabajadores en manos de la derecha, mientras
las fuerzas políticas de la izquierda siguen a los suyo.
El PSOE, con líder joven pero con actitudes viejas, sin
programa y sin claridad de ideas, confuso y rendido; Izquierda Unida hundida en
una lucha de clases interna que ya dura treinta años; “Podemos” sigue su guerra
mediática concediendo entrevistas, mientras perfila su programa y su estructura
organizativa; las izquierdas catalanas siguen el camino hacia el abismo que les
va marcando un gobierno semejante, incluyendo la corrupción, en todo al gobierno
de Rajoy, con otro orden de colores en la bandera pero con los mismos objetivos
de clase, y en el oasis vasco, unos y otros están entretenidos en ver como reescriben
una historia local, perdón, nacional, que no moleste a los sacristanes de ETA.
Y punto final.
Yo, al revés que el
multimillonario Warren Buffet, creo en la lucha de clases porque la mía va
perdiendo.
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