Good morning, Spain,
que es different
El
post de Palinuro de hoy -“Consejas al PSOE”- plantea, una vez más, el problema de
la indefinición programática del PSOE, y uno de los asuntos que suelen quedar
solapados por otros más urgentes es el papel que este partido adjudica, por omisión o por
convicción, a la Iglesia católica en España, tema sobre el que esta mañana he
realizado un breve comentario, que deseo ahora ampliar.
¿Es
el PSOE un partido de izquierda? Palinuro indica que en el PSOE así se
consideran. Bien, respetemos esa subjetiva ubicación de los socialistas, pero
recalcando que objetivamente faltan elementos para estimar el acierto de esa
ubicación en el actual espectro político español. El PSOE no es lo mismo que el
PP, aunque coincidan y hagan cosas muy parecidas, pero, en esta etapa de
desfiguración de su perfil, faltan precisamente los elementos que confirmen con
suficiente nitidez que sigue siendo ese partido que califican de izquierda. Y
uno de los rasgos que revelan con más claridad (y antigüedad) esa falta de definición
está en el tema de la Iglesia. El PSOE no es un partido confesional, pero respecto
a la Iglesia católica se comporta como si lo fuera.
Ante
su debilidad ideológica o su indefinición en el tema -¿confesional o laico?-, los socialistas argumentan que muchos
votantes socialistas son católicos. Puede ser, pero, primero hay que ver qué
tipo de católicos son esos votantes, porque parece que la aseveración del PSOE asume
la opinión de la Curia, de que España es un país católico, y esa es una de las
grandes falacias. El número de practicantes es cada día más reducido, pero la
desorbitada presencia de la Iglesia en las instituciones y su influencia en el
Estado y en la sociedad, aunque menguante, se debe sobre todo al apoyo político
y financiero de los gobiernos con que compensa su falta de representación social.
Bien,
pero esa circunstancia es una parte del problema, porque podría no ser así: sino
que España fuera realmente un país con muchos católicos, que fueran coherentes
con las responsabilidades derivadas de su credo y se ocuparan de mantener financieramente
a la Iglesia y no desearan confundirla con el Estado.
El
quid de la posición del PSOE respecto a la Iglesia católica no está en los
votantes, que son la coartada, sino en que sus dirigentes y militantes católicos tienen
unas concepciones sobre la religión y la democracia que son muy similares a las
del Partido Popular.
En
un país donde el Estado no confesional permite y protege la libertad de cultos,
debiera ser posible que los ciudadanos fueran simultáneamente católicos y demócratas,
y debiera ser posible que hubiera una clara separación entre la Iglesia y el
Estado, donde cada uno tuviera sus funciones y sus lugares donde ejercerlas, y
que el lugar de la religión católica estuviera en los templos. Pero en España,
el propio Estado reconoce que no es posible ser católico y demócrata en
igualdad de condiciones. El Estado reconoce un valor superior a la Iglesia católica,
le confiere una autoridad por encima de las instituciones civiles y del acuerdo
de los ciudadanos, ya que le permite conservar unos privilegios que la sitúan por
encima de las leyes fiscales, comerciales y penales ordinarias, y de la propia
Constitución.
El
asunto no está, pues, en que los votantes del PSOE sean más o menos católicos, en que sus militantes vayan a misa o dejen de ir, o en que a algunos de sus dirigentes
les gusten las procesiones más que a Cospedal, sino en que mantienen una
relación subordinada con la Iglesia católica, porque, en el fondo, están presos
de la doctrina de San Agustín sobre las dos ciudades: la Ciudad de Dios,
perfecta, y la Ciudad de los hombres, imperfecta como todo lo humano, que
necesita, por tanto y para no degenerar, el auxilio de la Ciudad de Dios, es
decir de la Iglesia.
Cuando
se permite que la Iglesia católica conserve un ancestral privilegio que la
coloca por encima de la Constitución y de las leyes ordinarias, se reconoce
implícitamente que su autoridad moral es superior, que su magisterio es
superior, que su función pastoral es superior, que su noción de la justicia es
mejor, y que el dogma católico está por encima de los derechos civiles. Se
reconoce, en definitiva, que la legitimidad que la lglesia se concede a sí
misma como obra de Dios -Tu es Petrus-,
está por encima de la soberanía de los ciudadanos.
Y
mientras esta situación persista, sólo tendremos un simulacro de régimen
democrático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario