Good morning, Spain, que es different
Un
grupo de personas que ayer asistía al debate sobre la Ley de Seguridad Ciudadana
en el Congreso, fue expulsado del hemiciclo por ponerse a cantar el himno de
los pobres "Do you hear the
people sing", del musical “Los Miserables”, como protesta contra una ley
concebida contra los miserables de la sociedad por los inmisericordes déspotas
de la Moncloa.
Los cantores de la Solfónica, que así se llaman
por pertenecer al movimiento del 15-M, que nació en la antigua Puerta del Sol,
hoy llamada Vodafon por voluntad de los ediles del partido Gurtel, fueron
metafóricamente amordazados al ser conminados a abandonar la tribuna de
invitados, mientras los diputados de Izquierda Plural recibían un rapapolvo del
presidente de la cámara por lucir una ostensible mordaza. Ambas formas de protesta eran necesarias por lo que representa esta ley.
Con la nueva ley, el Gobierno pretende impedir
la protesta ciudadana mediante castigos desproporcionados impuestos sin
intervención judicial, pues faltas que antes estaban contempladas en el Código
Penal y sujetas, por tanto, a la sanción de los jueces, ahora pueden ser
sancionadas con multas de la autoridad gubernativa. Multas, que para
las faltas leves están entre los 100 y los 600 euros y para las graves entre
los 30.000 y los 600.000 euros. Compárense estas cifras con los salarios, los subsidios de
paro, las pensiones o las mínimas ayudas de supervivencia y se verá que son desmesuradas,
porque quieren disuadir a las personas damnificadas por las medidas de austeridad de acudir a actos de protesta en lugares
públicos y a los partidos y organizaciones de convocarlos.
La ley sanciona protestas simbólicas como
escalar monumentos y edificios, y la ocupación de viviendas, inmuebles y
lugares públicos, las concentraciones ante las Cortes y las asambleas
autonómicas, convierte a la policía en un cuerpo inobjetable y permite la
devolución “en caliente” de inmigrantes.
Presentada como necesaria e incluso como vanguardista,
parece responder a la demanda de los viejos gobernadores civiles del
franquismo, que hoy son los delegados del Gobierno, y de los jefes de la policía
ante una situación de desórdenes públicos, que hoy no se da, pero que se puede
dar, aunque pretende tener efectos inmediatos al facilitar despidos, huelgas, desahucios,
aumentos de explotación laboral, etc, etc sin la resistencia de los afectados
ni la solidaridad de las personas y organizaciones afines.
La ley pretende conservar un aparente “orden
público” ante las cercanas convocatorias electorales, pero también indica que
no se van a corregir las causas de la protesta, sino que, a pesar del discurso
triunfalista -la crisis ya es historia,
dice Rajoy-, van a continuar las medidas de austeridad selectiva -siempre hacia
abajo-, porque, también como dice Rajoy, no nos podemos apartar del camino
emprendido, que además viene exigido por los amos de Europa.
Así
que esta es una ley de excepción política, pues recorta derechos civiles, que hace de complemento de las anteriores leyes de excepción económicas, que están permitiendo
arrebatar las modestas rentas de las clases media y baja para transferirlas a
las clases altas, en esta colosal operación de empobrecer a muchos para
enriquecer a unos pocos.
Ni
que decir tiene que la ley ha sido aprobada sólo con los votos de los diputados
del Partido Popular, que han mostrado una vez más de qué lado están -del lado
de los expoliadores-, y en qué se inspiran -en el franquismo y en Le Pen-, cuyas
ideas y conductas son cada día más necesarias ante el camino que ha tomado el
Gobierno, que es permitir el saqueo del país por propios y extraños, con prisa,
sin pausa y, a ser posible, sin resistencia.
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