martes, 9 de octubre de 2018

Mito y modernidad

Buen resumen del fascismo, Montse, pero tengo un par de matices. Uno es la importancia de los mitos. No hay fascismo sin relato mítico, sin culto a las leyendas, que, claro está, se remontan a un pasado idealizado, una edad de oro. El fascismo (y el nazismo), como irracionalismo -asalto a la razón, lo llama Lukacs-, es una reacción virulenta contra la Ilustración y, por tanto, un combate contra el logos desde el mito. Pero es también una reacción contra los efectos políticos de la Ilustración: los derechos individuales de los ciudadanos, la igualdad de estos ante el Estado y ante la ley y la elección democrática. El fascismo restaura la figura del súbdito, sumergido en la masa del pueblo homogéneo, como conjunto de siervos del Estado totalitario, dirigido de forma autoritaria por el líder carismático: un conducator, un duce, un fuhrer, un caudillo, que interpreta directamente el sentir del pueblo y conoce (misteriosamente) sus verdaderos intereses. Respecto a la modernidad, el fascismo es contradictorio, pues lo apuntado por Montse no es obstáculo para que el fascismo sepa admirar y aprovecharse de los logros técnicos y científicos de la era moderna, incluso para ejercer su dominación y llevar adelante sus planes de crear una nueva humanidad, en particular un hombre nuevo, que es una pretensión completamente moderna. Es conocida la relación del fascismo con el futurismo de Marinetti y sus amigos (el culto a la velocidad, al coche, a las fábricas, a la vida moderna y agitada, a la guerra -higiene social-, y al arte como algo vivo -quemar los museos-). Y está la pretensión de crear un mundo completamente distinto sobre la base de crear un ser humano nuevo, una raza superior, mediante la selección de individuos, la procreación inducida -la madres teutonas-, la esterilización o la muerte de los llamados defectuosos o degenerados, la vida sana, la gimnasia, el deporte, etc, para lograr una raza de señores que ha de dominar el mundo. Y como muestra de estética política, tanto el nazismo como el fascismo eran muy modernos.

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