jueves, 25 de octubre de 2018

Ineficacia y corrupción

Hace un par de días, con referencia a una alusión a Dionisio Ridruejo en un artículo de Santos Juliá ("Corrupción española", El País, 19-X-2018), adjunté la cita del último en la que hablaba del tema. Ahora adjunto, como complemento, unos párrafos sobre el contexto económico, procedentes del artículo de José Luis García Delgado “Estancamiento industrial e intervencionismo económico durante el primer franquismo”, en Josep Fontana (ed.): España bajo el franquismo, Barcelona, Crítica, 1986. 

Ahí van, por si son de interés, porque, a la vista de lo que sale en la prensa y de cómo están de ocupados los juzgados en los casos de corrupción, tengo la impresión de que no nos hemos desprendido del todo de aquellos malos hábitos.

“De Autarquía <con mayúscula, como señaló Estapé, entendida como medio para alcanzar la independencia económica, pero también como sublimación del aislamiento político y de una <desconfianza casi alérgica hacia cualquier relación exterior> (según Navarro Rubio). Énfasis retórico que se corresponde con el afán ordenancista de una administración que hereda hábitos militares (de la etapa de Primo de Rivera) en la dirección de la economía y, también, por qué no, con los hábitos cuarteleros del propio Franco y de sus más estrechos colaboradores. El rasgo exclusivo de la economía en esos años -ha podido por eso escribirse- <no consistía en el racionamiento de los artículos que escaseaban, ni en el control de precios, sino en la torpeza del aparato que administraba los controles y en el hecho de considerar el dirigismo y la autarquía no como expediente temporal, sino como la política correcta y permanente para un Estado imperial militar> (Carr: “España. 1808-1975”)”.
“Dominio asfixiante de la burocracia y múltiples irregularidades administrativas serán, en esas condiciones, una secuela ineludible, componiendo otro rasgo definitorio del régimen intervencionista aludido. Que no sólo deriva del carácter preventivo y general de la intervención; también de la multiplicidad de órganos con funciones ejecutivas o asesoras de regulación económica, que desemboca en <la desorganización y en el caos producido por la suma de actuaciones públicas parciales o sectoriales incoherentes> (Fuentes Quintana: “El Plan de Estabilización económica, 25 años después”, ICE). (García Delgado, p. 185).
“Pero el principal motivo de ineficacia tiene su raíz en las características mismas del sistema de intervención que además, y no debe pasarse por alto, establecido con carácter provisional y extraordinario, va a prolongar su vigencia durante largo tiempo, en particular, como ya se ha repetido, durante los años cuarenta. De ineficacia y también de corrupción que se refleja en la profusa ramificación de actuaciones irregulares que eluden o burlan las normas interventores. En algunos casos, dichas prácticas pueden dar lugar a la formación y desarrollo de mercados clandestinos paralelos (“negros”) a los intervenidos; en otros a la aparición de una suerte de precoz <economía subterránea>, en sectores donde la pequeña empresa y el trabajo doméstico conservan todavía amplias posibilidades de mantenimiento; y en los más, finalmente, a prácticas de corrupción sin paliativos” (García Delgado, p. 186).
“Con los testimonios fragmentarios de que por ahora se dispone, lo que sí puede sostenerse es la generación de “rentas de situación” que derivan de una intervención tan drástica como transgredible, cuando el tráfico con divisas, con licencias de información, con cupos y cualesquiera otros expedientes arbitrados para sortear la penuria (Fontana y Nadal: “España 1914-1970”), se convierten en actuaciones particularmente lucrativas; y cuando, por decirlo de otra forma, los “negocios” y las prácticas especulativas fraudulentas -el afán de ganancias inmediatas- sustituyen a la actividad empresarial convencional. Y se podrán hacer distintas valoraciones de la acumulación de capital generada a través de unos u otros procedimientos -en una situación en la que los salarios se rezagan ampliamente respecto de las alzas de precios-, pero no admite discusión el hecho mismo de la redistribución de la renta durante esta etapa a favor de quienes se pudieron aprovechar de las situaciones mencionadas. Como tampoco podrá ponerse en duda que, en esas circunstancias, la corrupción es un cultivo espontáneo, la inevitable consecuencia del <ejercicio arbitrario de un poder discrecional> (Fuentes Quintana, ibid). (García Delgado, p. 188).

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