Aludiendo
a la lucha de clases en China, Mao Tsetung, un maestro chino que hoy día parece
que vivió hace milenios, decía, usando un lenguaje un poco esotérico, que las
contradicciones externas actúan a través de las internas y que las unas y las
otras merecen distinto tratamiento, el cual debe darse atendiendo a los polos
que presentan tales contradicciones, para lo cual es preciso no sólo determinar
en cada momento cuál es la contradicción principal, que actúa sobre las contradicciones
secundarias, sino el aspecto principal de esa contradicción. Un lío filosófico
de tomo y lomo, heredado de Lenin y resumido en unas cuartillas. Hoy no hablamos
así, pero es que Mao era chino y los chinos son culturalmente raros. Y además
era un chino en guerra, un revolucionario, que libraba una guerra contra el
ejército nipón, contra su aliado el Kuomintang y dentro de su propio partido
contra sus dogmáticos camaradas, que preferían pensar poco y buscar con
falsilla las soluciones en vez estrujarse el magín para localizar dónde estaban
los nudos de los problemas, es decir, las contradicciones.
Esas
herméticas recomendaciones proceden de unas conferencias dadas en el Instituto
Político y Militar Antijaponés de Yenán y recuerdan la vieja sabiduría de Sun
Zi en “El arte de la guerra”, que desborda la estrategia militar y deviene en
un estudio sobre el ejercicio del poder, con enseñanza válidas para la
política, la filosofía, la economía, la sicología de masas o la gestión
empresarial.
Arrumbada
la arqueología dialéctica del saber marxista y el utillaje de los partidos de
la III Internacional, nadie, o casi nadie, en la izquierda moderna se expresa
con ese lenguaje ni busca detectar la contradicción fundamental de la sociedad
o la contradicción principal, ni pone en relación el modelo productivo con las
formas políticas, la estructura social con los partidos, ni habla de clases
sociales, de quiénes las representan y de qué necesidades, aspiraciones o
intereses expresan, ni trata, por tanto, de determinar cuál puede ser la fuerza
motriz que impulse los cambios o la fuerza dirigente que los guíe; ni de señalar
las alianzas de clase o determinar el bloque hegemónico, porque la política se
ha convertido -pervertido- en una actividad superestructural, alejada de la
realidad.
Las
contradicciones, abstracciones filosóficas que expresan la polaridad de los
intereses sociales enfrentados, existen y nos cuesta percibirlas en movimiento,
pero la actividad política está dedicada a afrontarlas y a tratar de
resolverlas de modo favorable a nuestro interés, aun sin tener clara conciencia
de su existencia.
Respecto
a Cataluña, lo que se ha presentado públicamente como “el problema catalán” no
expresa la contradicción fundamental de la sociedad catalana, sino la
contradicción principal -España vs Cataluña-, externa, cuyo polo dominante viene
dado por la presión de los partidos nacionalistas que forman el bloque
hegemónico, atravesado a su vez por contradicciones secundarias.
Rajoy,
que no conoce otra filosofía que los juegos tácticos de los entrenadores de
fútbol, aceptó el juego de los nacionalistas y admitió la contradicción
principal, se situó en el polo opuesto al de estos -España-, pero sin ser
consecuente con ello, pues en vez de tratar de neutralizar el polo dominante
fortaleciendo el suyo, adoptó la posición tibetana de quien no aspira a
transformar el mundo sino a contemplarlo desde las alturas del Himalaya, que
para él eran las ventanas altas del palacio de la Moncloa. Y cuando quiso
actuar favoreció el polo que pretendía combatir, de modo que fortaleció la
contradicción externa.
Las
izquierdas catalanas, con diversos matices, también han aceptado como eje de su
actuación la contradicción principal ofrecida por los nacionalistas -España vs
Cataluña-. Pero el nuevo gobierno, al cambiar el trato hacia la Generalitat,
está debilitando la contradicción externa -España vs Cataluña- y potenciando
una contradicción secundaria -las diferencias dentro del bloque dominante-, que
puede ayudar a que se perciba con más claridad una contradicción interna
-nacionalistas vs no nacionalistas-, hasta ahora secundaria, pero que se puede
convertir en la contradicción principal y expresar el verdadero problema del
asunto
Pedro Sánchez, ¿será maoísta?
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