martes, 16 de octubre de 2018

Cansado de Casado


El PP ha contado con una buena gavilla de dirigentes histriónicos, oradores mediocres y diputados faltones, cuya trayectoria he seguido con interés decreciente, debo decirlo, pero es que con Casado no puedo.
El repelente niño del máster me saca de quicio cuando repite todos los tópicos que hasta ahora han recitado sus mayores, desde el Liderísimo, que ejerce de padrino, hasta el Silentísimo, que no habla pero medita leyendo el “Marca”, incluyendo, claro está, las aportaciones de la variada gama de lideresas.
Lo peor de Míster Máster es cuando se pone españolazo y estupendo y quiere impartir doctrina, que no historia (seguramente no la tiene aprobada), sobre la grandeza de España, en el aniversario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, cuyo viaje, nos descubre, estuvo financiado con capital privado.
Ahí le sale a Casado la veta neoliberal, aprendida deprisa y corriendo en vaya usted a saber qué máster, y se merece un cero patatero no sólo en historia moderna, sino en economía actual, de la que no sabe de la misa la media, porque se cree todos los mantras que se “explican” en las escuelas de negocios y de administración de empresas, etc, etc.
Si lo que quiere decir o sugerir Casado es que Colón como “emprendedor” -esa palabra mágica, que pronuncian con unción en el PP- era un adelantado a su tiempo, pues yerra. Entonces no existía la libre empresa, sino que la actividad comercial se hacía bajo licencia regia, es decir con autorización real. Aún faltaba mucho tiempo para que pensadores como Petty, Locke, Mandeville, Hutcheson, Quesnay, Hume, Ferguson, Malthus o Smith fueron colocando las bases de lo que sería el primer liberalismo económico.          
El viaje de Colón fue financiado por los Reyes Católicos, una parte con dinero prestado por un judío valenciano, pero con la garantía del Estado, es decir, del reino, y luego reembolsado por Castilla. O sea, como ahora, en que la crisis financiera ha revelado que el capitalismo, impulsado por modernísimas teorías sobre el mercado desregulado sólo puede subsistir bajo el amparo del Estado. Si una empresa privada que gestiona una autopista -construida por capricho en tiempos del Liderísimo- no obtiene el beneficio esperado, el Estado se hace cargo de ella y de cinco o seis más. Si una empresa constructora, propiedad del directivo de un club de fútbol, emprende la insensata tarea de inyectar gas en el suelo y fracasa, como estaba previsto, el Estado le indemniza. Si los fabricantes de coches no venden lo que quieren a causa de la crisis, el Estado prepara el plan renove para incentivar las ventas. Si las empresas eléctricas se ven forzadas por la Unión Europea a concurrir al régimen de mercado, que no es otra cosa que un oligopolio, el Estado decide que los costes del tránsito a la competencia los paguen los consumidores en vez de detraerse de los beneficios, que son cuantiosos. Si, por una política comercial insensata, los bancos están en peligro de quiebra, el Estado les ayuda con una inyección de 66.000 millones de euros de los que no se espera recuperar ni la décima parte, y el resto irá a  fondo perdido. O sea liberalismo en estado puro. El país se endeuda, es decir, todos nos endeudamos y nos vemos obligados a renunciar a parte importante del gasto social del Estado, y no pasa nada.
Ahora bien, si el Gobierno de Sánchez decide subir el salario mínimo a 900 euros al mes, entonces el niño Pablito pone el grito en el cielo y profetiza una crisis devastadora, con lo cual muestra de parte de quién está en esta España llena de españoles, mucho españoles, pero lo suyos son los españoles ricos. Un asco de niño.

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