lunes, 29 de octubre de 2018

¿Estamos peor que hace un año?


Estoy de acuerdo con la descripción de María José, pero no con la conclusión: al cabo de un año no estamos peor. Salvo la CUP y alguno más, todos los dirigentes del "procés" han ido recalando en la realidad de una manera u otra, disfrazándola, claro, para no reconocer que iban en serio y que el intento fracasó. El último en hacerlo ha sido Tardá: "Fue una improvisación", iban descubriendo las cosas sobre la marcha, dice ahora, pero hace un año todo lo tenían clarísimo. 
Aquellas jornadas históricas, que formaban parte de la epopeya de un pueblo en marcha, resulta que eran de broma; aquellas declaraciones incendiarias de Forcadell, resulta que eran para celebrar una jornada simbólica; las elecciones plebiscitarias resulta que no lo eran tanto, que el "voto de tu vida" era mucho menos trascendente, etc, etc.
Hoy, el bloque soberanista está dividido: JuntsxSi atomizada; CiU rota; el PDCat expulsado del grupo liberal europeo por corrupto; Puigdemont, huído y a lo suyo con la Crida; ERC también a lo suyo; dirigentes en la cárcel o en el exilio, Torra, el racista transparente, es un baldón por sus actitudes diarias, y por ahí fuera, nadie apoya la secesión del país. Y ya veremos cómo escapan Colau sus mariachis. 
¿Qué los nacionalistas aún tiene fuerza para presionar a Sánchez? Cierto, pero para aprobar los presupuestos del Estado, ese mismo Estado al que piden clemencia amparándose en el disimulo, de que iban de broma, de que jugaban de farol. Y no sabemos a cambio de ¿qué? ¿De un indulto? Es posible que lo haya, pero es bastante probable que antes los responsables sean juzgados. Después, ya veremos.
Hay distancia entre la apariencia y lo real, apunta J. L. Vergara. Cierto, y entre lo real y la percepción de lo real por las personas, pero hay factores que indican que, para sus promotores, la independencia iba en serio: uno de ellos es la planificación del proceso en el tiempo y el cumplimiento de las fases y los plazos (independencia en 18 meses,  con refrendo o sin él).
Otro factor es la persistencia a pesar de los reveses -propios (vetos de la CUP) y externos (Supremo y Constitucional); otro es proclamar públicamente el desafío constante a la legalidad; otro es la ferocidad de los discursos, el tono crispado, el odio sembrado por los oradores, que no mentían ni fingían. ¿Se puede fingir cada día, durante cinco años, ese victimismo indignado, ese afán revanchista, esa aversión a España, esa apelación a los agravios históricos y a la rebelión? No, los oradores no fingían: se lo creían y lo hicieron creer a sus seguidores. Sólo estando ellos convencidos podían convencer a los demás.
Otro factor es el esfuerzo aplicado a movilizar a la gente, a diadas, a “embajadas”, a “estructuras de Estado”, refrendos y concentraciones, y otro factor es el dinero, legal e ilegal, invertido en todo ello. ¿Alguien cree que todo lo anterior es una improvisación, como dice Tardá, y que se pone en marcha un movimiento social de esas dimensiones sólo para celebrar un simulacro, un acto simbólico, una jugada de farol o algo para lo que no estaban preparados?


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