martes, 16 de octubre de 2018

Aron. Totalitarismo.

Cada vez que las democracias han estado en presencia de un régimen autoritario han creído que los hombres en pugna eran lo suficientemente razonables como para preferir un buen compromiso a una mala guerra. Así, los hombres dados al compromiso nunca han logrado comprender lo que ya había explicado Georges Sorel desde principio de siglo: que hay un tipo de hombres que prefiere lograr sus objetivos a través de la lucha más que por la negociación y el compromiso; un tipo de hombre para quien la negociación y el compromiso son atributos detestables. Hago alusión aquí a las “Refléxions sur la violence” de Georges Sorel (de 1908), donde explica que el compromiso y la negociación responden a un espíritu de bajeza, y que la afirmación intransi-gente de su punto de vista -la voluntad incondicional de triunfo- ostenta una virtud. 
Otro ejemplo es el libro “Mein kampf”, donde Hitler explica de forma clara que los partidos democráticos, al carecer de doctrina, pueden establecer compromisos, pero que los grupos o partidos que respondan a una filosofía total no pueden admitir el espíritu de compromiso, aplicando de manera integral su voluntad. De ahí resulta que, cuando los hombres de las democracias establecen compromisos en política exterior con los sistemas totalitarios, corren el riesgo de no comprender que el compromiso, para sus interlocutores, no es una solución definitiva, sino sólo una etapa de cara a una reclamación suplementaria.

Raymond Aron (1997): Introducción a la filosofía política, Barcelona, Paidós, 1999, p. 119. 

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