lunes, 15 de enero de 2018

El estilo militar

Una muestra más de la debilidad de las fuerzas de la burguesía democrática en España es la existencia del Partido Popular, partido político, biológica e ideológicamente heredero directo del franquismo y del pensamiento católico reaccionario; un partido jerárquico, autoritario y caudillista, sin democracia interna y donde la vida partidaria transcurre entre sórdidas intrigas de gente movida únicamente por el interés a corto plazo y por situarse lo más cerca posible de la cúpula dirigente para tener acceso a las prebendas derivadas del expolio del patrimonio común del país. Sus dirigentes y afiliados actúan como militares con traje de paisano (y no pocos con sotana) y su manera de proceder en el ámbito de la política es más propia del estilo militar y eclesiástico que del civil y democrático.
Después de haberse mostrado como una oposición bronca y desleal, para la que no existe nada en el Estado que no pueda ser utilizado de manera crispada contra el Gobierno legítimo (del PSOE), llegan al poder sin respetar las reglas -financiados con dinero negro- y ocupan las instituciones del Estado como se ocupa un territorio conquistado, que se somete al mandato del nuevo ocupante, el cual dispone a su antojo de los bienes y servicios públicos confiados a su custodia y gobernando de modo descarado para los suyos -clientelismo, políticas de clase-, ejerciendo un poder opaco -gobernar sin rendir cuentas-, que tiende a desbordar los límites de lo permitido con la abusiva interpretación de leyes y reglamentos y la instrumentalización de las instituciones del Estado según su conveniencia. Su cambiante interpretación de las reglas del juego y de la Constitución, capturada por leguleyos afines, es la única verdadera y la que vale según sea la ocasión, pero interpretada siempre a su favor.
El país entero es tomado como el botín de un ejército victorioso, que se arrebata a los ciudadanos tenidos como adversarios y se reparte según convenga a la estrategia del Partido y a los intereses de las clases sociales mejor situadas, y el patrimonio común ciudadano se convierte en el patrimonio privado de los políticos que detentan el poder del Estado. España es como un cuartel, mandado por bandoleros, regido por el orden público y la disciplina laboral; de sus habitantes se espera colaboración o al menos silencio y obediencia.   


Según Vidal Beneyto (“Resistencia crítica”, El País, 5-I-2008): La derecha no ha tenido nunca problemas con su identidad. Nostalgia por el orden; proclividad por la compañía de la Iglesia y del uniforme. Querencia inagotable por la eficacia y el éxito, en primer lugar económico; fervor por las esencias del pasado; culto a la seguridad y el control; añoranza por el autoritarismo como régimen y como práctica, sin olvidar a alergia a la crítica y la redentora invocación de la ética y otras coartadas curalotodo destinadas a compensar la acumulación de beneficios. De ahí su conflictiva relación con la democracia.

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