lunes, 1 de enero de 2018

Dion. Secesión

El ideal democrático alienta a todos los ciudadanos de un país a ser leales entre sí, más allá de las consideraciones de lengua, raza, religión o pertenencia regional. En cambio, la secesión pide a los ciudadanos que rompan este lazo de solidaridad que les une y que procedan así, casi siempre, sobre la base de pertenencias específicas a una lengua o a una etnia. La secesión es un ejercicio, raro e inusitado en democracia, por el que se elige a los conciudadanos que se desea conservar y a los que se desea convertir en extranjeros.
Una filosofía de la democracia basada en la lógica de la secesión no podría funcionar, ya que incitaría a los grupos a separarse en vez de entenderse y acercarse. La secesión automática impediría a la democracia absorber las tensiones propias de las diferencias. El reconocimiento del derecho a la secesión cuando se solicite invitaría a la ruptura desde el momento en que se planteasen las primeras dificultades, según divergencias que podrían crearse en función de atributos colectivos, como la religión, la etnia o la lengua.
Ello no significa que un Estado democrático deba rechazar cualquier solicitud secesionista que se produzca en él. Ante la voluntad clara de secesión, el Estado puede llegar a la conclusión de que aceptar dicha secesión es la solución menos mala. Pero un gobierno democrático tiene la obligación de asegurarse de que esta voluntad de secesión sea verdaderamente clara, que no contenga ninguna ambigüedad y que se proceda a ella no de manera unilateral, sino conforme a derecho y con ánimo de justicia para todos.

Stephane Dion (ex ministro y diputado federal canadiense): Párrafos finales de la conferencia impartida en el Real Instituto Elcano, el 9/4/2013, publicada como “Secesión y democracia: una perspectiva canadiense”, en la revista Página Abierta nº 241, noviembre-diciembre, 2015.

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