viernes, 5 de enero de 2018

"Cabalgata de reinas 2018"

"Cabalgata de reinas 2018. Orgullo vallekano"

La pluralidad de la sociedad no está ni tiene por qué estar siempre representada en todas partes y en todos los actos, en primer lugar porque tal pluralidad no puede ser expresada democráticamente, pues los grupos sociales no están, ni de lejos, cuantitativamente próximos y algunos, desde el punto de vista del número son poco relevantes.
En segundo lugar, porque intentar tal representación crearía unos problemas tremendos de protocolo, si se quisiera poner en evidencia en todos los actos públicos y en cualquier representación social. Imaginemos que los gobiernos (central, autonómicos, locales), la magistratura, la jefatura del ejército, las fuerzas de orden público, la Curia, la CEOE, las agencias gubernamentales, las empresas públicas y privadas, los sindicatos, los partidos políticos, los colegios profesionales, los clubes de fútbol, etc, etc, tuvieran que representar adecuadamente la pluralidad social y, en caso, de corresponder (que lo dudo, por su número), que tuvieran que contemplar su cuota correspondiente de drag queens... Qué locura, ¿no? Entonces, no veo por qué razón tengan que estar presentes en una cabalgata destinada a los niños, cuando parecen más bien un gusto de los padres y de las madres.

Una cosa, no quita las otras, ni hay que añadir a todo lo dicho una representación de parados, ni de malpagados, ni de ninis ni de adictos al botellón, que son una buena caterva. Estamos hablando de una fiesta religiosa, aunque secularizada en parte, fruto de una tradición, que, por supuesto, no es democrática, pero así son las tradiciones.
Si se quiere ser verdaderamente transgresor, rebelde, revolucionario, incluso, lo que hay que hacer es denunciar al Concordato con el Vaticano, dejar de subvencionar con fondos públicos a la Iglesia católica y a otras religiones que se han añadido o pudieran añadirse, suprimir los colegios concertados, mucho más si son religiosos, sacar del currículo escolar la asignatura de religión (la catequesis, en las parroquias), sacar las capillas de las universidades y suprimir las referencias religiosas en los actos civiles.
Hecho todo eso, yo no tocaría la cabalgata de reyes, ni trataría de convertirla en una batalla política ni de adoctrinar a los niños con alternativas aparentemente audaces y reservaría las fuerzas laicas para las batallas ideológicas que verdaderamente importan.

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