martes, 2 de enero de 2018

Agravios y mentiras

A propósito de un post de Félix Ovejero.

Si se trata de "obtener" artificialmente la "nación catalana" a partir de la sociedad real existente, el agravio y la mentira son dos instrumentos fundamentales. Para construir una nación (nueva) opuesta a otra (ya existente) se necesita delimitar un "nosotros" frente a "ellos" y eso, cuando las diferencias son mínimas, necesita los agravios para "crear" las grandes diferencias que justifiquen una separación. El hacerse la víctima necesita de actos que justifiquen la autocompasión continua, el lamento permanente, y esos actos se pueden multiplicar según las necesidades políticas mediante provocaciones, bien pretéritas (manipulando la historia, para que sea una historia de agravios y opresión), bien actuales, como la comisión de actos deliberadamente ofensivos (pitadas el rey, pitadas al himno nacional, quema de banderas, matonismo, etc, etc), bien con iniciativas políticas que choquen con la legalidad vigente para acumular victimismo y justificar la secesión (no nos dejan gobernar, el Estado rechaza nuestras iniciativas, España rechaza el diálogo, no nos dejan votar, etc). Hay que agraviar para sentirse agraviados y, con ello, mantener el movimiento en tensión y enardecido.
No importa que todo esto repose en mentiras, grandes o pequeñas, porque la mentira es absolutamente necesaria, pues su admisión sin reservas muestra el grado de madurez del movimiento, es decir, el convencimiento de los adheridos. La mentira separa a los críticos -el enemigo (así lo señalaba Forcadell)- de los creyentes, los amigos y compañeros de viaje.

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