miércoles, 3 de enero de 2018

Depresión (2)

No soy contrario a la prescripción de fármacos ni a la atención médica de la depresión, pues hay que salir adelante como sea. Y me parecen escasos los recursos públicos destinados a atender las enfermedades mentales y las dolencias morales desde la infancia hasta la senectud, que deben ser defendidos dentro del derecho a la salud. Mi primera intervención iba contra el intento de medicalizar en exceso para afrontar la frustración al no alcanzar las expectativas que el modelo económico nos ofrece. Vivimos en sociedades montadas sobre el continuo estímulo del deseo, donde todo parece posible de alcanzar, y que sólo basta con proponérselo y trabajar con eficacia para lograr cualquier meta u objetivo. Y eso no es posible, ni es real, porque ese discurso sobre la igualdad de oportunidades esconde la existencia de barreras estructurales que la impiden. Si esas barreras no se advierten y se tiene fe en los presuntos "valores" dominantes, el fracaso de las expectativas no se atribuye a esas barreras sino a incapacidad personal, a la falta de méritos, de motivación, de tesón, de formación, de ambición, de adaptación, etc, etc, y se asume como un fracaso personal, no como una consecuencia inexorable del sistema, y puede acabar en una sensación de culpa, por no saber, por no entender, por no haberse esforzado más, que requiera atención sicológica e incluso medicación. Pero el problema no está en los individuos, sino en el modo de vida que tenemos, en el que fuerzas desconocidas, alejadas no sólo de nuestra acción, sino de nuestra percepción, toman decisiones pensando en su exclusivo interés que afectan a millones de personas.

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