lunes, 15 de enero de 2018

Competencia

Respuesta a un debate suscitado por Luis Roca Jusmet

La competencia como principio está sobrevalorada, pues, es una pieza clave en el edificio ideológico del liberalismo y aún más del neoliberalismo, que es más falaz. El capitalismo, hoy, no funciona con la competencia, más que en parte, sino sobre el esfuerzo por superarla. 
No estamos en un capitalismo de libre competencia, como pudo serlo y no del todo en sus orígenes, sino en un capitalismo muy evolucionado y articulado, un capitalismo de organización, como indica Habermas, o un capitalismo de Estado (es decir influido por decisiones políticas), donde la competencia está articulada y mediatizada (o incluso anulada) por grandes grupos económicos y financieros nacionales y por organizaciones regionales y mundiales; por asociaciones patronales, sindicales y ciudadanas, por foros y ONGs, que interfieren de alguna forma en un capitalismo muy dinámico que busca superar la competencia a través de monopolios cada vez más poderosos. 
El mercado libre (que nunca lo fue) queda para la producción y el comercio a pequeña escala, pues las grandes corporaciones, formadas por fusiones, opas, joint ventures, etc, no quieren someterse a las leyes del mercado, sino dominar los mercados para burlar la competencia. La tendencia es a formar grandes monopolios mundiales, que dominen un sector productivo o un área comercial. Lo vemos en la reducción de fabricantes de coches, de telefonía, la concentración de grupos editoriales, de industrias de ocio, productoras de cine y tv, de logística (Amazon) o transporte, de energía eléctrica, etc, etc.
Echemos la vista atrás y veamos a dónde ha conducido la cooperación y cual ha sido el resultado de la competencia, que llevada al grado máximo es la guerra.
El quid del asunto, como indica Luis, está en el equilibrio de las tendencias y deseos humanos: en combinar el interés personal con el colectivo; en la cooperación y la competencia; en el interés privado y el interés público; en las aspiraciones del individuo y las de la comunidad. Y tengo la impresión de que, hasta ahora, la humanidad ha ido dando bandazos de un extremo a otro.

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