Ante lo que tenemos delante en Cataluña, que no
tiene visos de desactivarse a corto plazo, aparte de movimientos tácticos de escueto
recorrido, impelidos por las apremiantes circunstancias (los dichosos plazos
legales para formar el Govern), lo que se precisa es un debate, largo y tendido, sobre el fondo del
problema, que es la configuración territorial del país, su organización jurídica
y administrativa, su proporcional representación política y la serena evaluación
y organización de su diversidad, siempre exagerada por los nacionalistas.
Pero la posición actual de las izquierdas me
suscita serias dudas, pues ni el “Estado multinacional” del PSOE ni la “nación
de naciones” de Podemos aportan argumentación sustancial al problema, sino que parecen
nuevas concesiones a los nacionalistas y vuelven a colocar el debate donde
estaba hace décadas -durante la Transición-, con el peligro de alentar, a largo
plazo, la fragmentación de España (y aumentar, de paso, la de la izquierda y
las dificultades de Europa) con la fundación de nuevos estados sobre la base de
un derecho tan misterioso como el “derecho a decidir” y de un concepto tan
impreciso como el de “nación”, hasta ahora mal definido por quienes dicen
entenderlo y asumirlo como base de esta reclamación política, cuando lo que
hace falta es justamente lo contrario: corregir, en este aspecto, la estructura
de un Estado, que, instituido bajo múltiples presiones en una situación de
emergencia nacional tras la muerte de Franco, muestra una onerosa y
poco funcional organización territorial, conserva elementos del régimen
anterior, respeta privilegios medievales que carecen de justificación en este
siglo y favorece las tendencias centrífugas de la periferia.
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