Sigue el debate suscitado por el texto de L.Roca Jusmet.
Vuelvo
a Lenin y a su defensa teórica del derecho de autodeterminación, pero
imposible de llevar a la práctica en la URSS. Pero aparte de eso, no me
encaja por ningún lado eso de que Cataluña es una nación oprimida por
España, y que por tanto la izquierda debe apoyar su independencia.
El
80% de las sucursales de la Caixa está fuera de Cataluña, por tanto debe
de haber una proporción similar con el número de hipotecas concedidas y el número de viviendas desahuciadas,
cuyos propietarios han sido víctimas del capitalismo catalán. Y otro
tanto ocurre con los clientes de otras compañías catalanas que operan
fuera de Cataluña. El grupo Gas Natural-FENOSA, asociación de una
empresa catalana con una eléctrica gallega (FENOSA, a cuyo presidente,
el oligarca propietario de media Galicia Pedro Barrié de la Maza, Franco
hizo conde de Fenosa) se ha beneficiado a la vez del monopolio del gas
y de la subida del 65% del precio de la luz en diez años (las tarifas más
caras de Europa, autorizadas por los gobiernos españoles del PSOE y del PP). Sus dueños, accionistas, directivos ¿están oprimidos
por España? ¿O son ellos los opresores de los millones de clientes que
tienen por todo el país? Y así podríamos seguir con SEAT, Cataluña Banc,
Abertis, Acciona, Nissan, Nestlé, Nutrexpa, Banco Sabadell, Caprabo,
Puig, FCC, Planeta, FCC, Volkswagen, Roca Sanitarios, Torras Papel,
Schneider Eléctrica, Tarradellas, Mediaplanning, Ercross, Almirall
Laboratorios, Esteve, Ferrer, BASF, Freixenet, Borges, Bimbo, Panrico y
así hasta 5.000 de las empresas más grandes, que son compañías que operan en
Cataluña y sobre todo fuera de Cataluña. ¿Por quienes están oprimidos
los propietarios y directivos de estas empresas? ¿Y por quiénes están
oprimidos sus trabajadores?
Me parece que es al contrario de lo que afirman los nacionalistas, que estas
empresas son parte del capitalismo español, que se benefician de la
protección del Estado (económica, financiera, fiscal) y que tienen
responsabilidades compartidas con el resto de las empresas españolas (y
extranjeras) en todo lo que está pasando. Lo que sucede es que los
nacionalistas no hablan de estas cosas y prefieren creer y hacer creer
que en Cataluña hay una comunidad de intereses y de sufrimiento entre
los propietarios de capital y el resto de la población. Lo cual sería un
caso insólito en todo el mundo de capitalismo fraterno o solidario.
Lo
curioso es que al frente de todo este cuento está un capitalista
catalán, acompañado de una familia de rufianes, de los que roban de
verdad, y que mucha gente le cree, entre otras cosas, porque la
izquierda no hace lo que tiene que hacer.
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