Good morning, Spain, que es different
Los
acontecimientos extraordinarios ponen a prueba la valía de los gobiernos y
revelan la verdadera talla de los gobernantes, no la sugerida por las campañas
de imagen y por la propaganda, sino la verdadera capacidad para dirigir y los
rasgos más valiosos de su personalidad.
En
las situaciones extraordinarias suelen brillar las mejores cualidades de los
gobernantes extraordinarios, pero también puede suceder que adquieran esa
condición gobernantes que hasta entonces no habían tenido ocasión de probar su
valía. No es el caso de los nuestros, cuyo rasgo más común es una
extraordinaria mediocridad, como el caso de la crisis sanitaria producida por
el virus ébola ha vuelto a demostrar.
Es
larga la lista de situaciones en las que gobernantes del Partido Popular han reaccionado
tarde y mal ante hechos imprevistos: “vacas locas”, “Prestige”, “Tireless”, Yak-42,
atentados del 11-M, Metro de Valencia, tren Alvia o Madrid- Arena, entre los
más importantes. Sucesos imprevistos pero no ajenos a los propósitos con que
gobiernan, u otros provocados por su incompetencia, como es el caso del ébola o
la invasión de Iraq, que han sido problemas buscados, y desde luego, en todos
aquellos donde han aparecido rastros de corrupción que les han salpicado.
En
todos los casos, las reacciones han sido las mismas, lo que da pie a pensar
que, más que escapatorias particulares, se ha tratado de aplicar el protocolo
previsto en el libro de estilo del Partido, que es el siguiente:
Lo
primero es ocultar el caso y sumergirlo en la opacidad reinante.
Lo
siguiente es negar responsabilidad alguna en el suceso.
La
tercera medida es acusar a la oposición de hacer un uso partidista si pide
información sobre el asunto, y sacar a relucir casos que la afecten para
debilitar su posición crítica.
La
cuarta medida es señalar un responsable de inferior categoría en la escala de
mando; un subalterno, a ser posible, ajeno al partido. Y tanto mejor si son ciudadanos
corrientes, incluso víctimas del suceso, sembrando la sospecha de que pueden haber estado movidas por
oscuros intereses.
La
quinta medida es negarse a esclarecer el caso. Entorpecer la labor de la
justicia, rechazar las comisiones de investigación, viciar sus procedimientos y
dar carpetazo al asunto en cuanto se pueda.
La sexta medida es rechazar
las dimisiones y presentar el caso como parte de una campaña contra el Partido,
contra la democracia e incluso contra España. Y aguantar, cerrando filas, hasta
el próximo caso, en que se volverá a aplicar a rajatabla el protocolo de
hierro.
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