viernes, 3 de octubre de 2014

Prisas

Good morning, Spain, que es different

El 25 de julio de 2005, mientras se discutía en el Parlament el proyecto de nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña, el dirigente de ERC, Carod Rovira advertía que, en caso de aprobarse, "el Estatut no duraría muchos años: Que no se engañe quien piense que estamos aprobando un Estatut para los próximos 30 años (...) En el momento en que haya nuevas necesidades y que se modifique la actual correlación de fuerzas, Cataluña no tiene ninguna otra salida responsable que volver a hacer un nuevo cambio institucional".
Pocos días después, el día 4 de agosto, el diputado de Esquerra, Juan Tardá, proponía una reforma de la Constitución que reconociera el derecho de secesión, permitiera la federación entre comunidades autónomas, eliminase la provincia como circunscripción electoral y estableciera el castellano, el catalán, el gallego y el vasco como lenguas oficiales en todos los territorios. Carod Rovira y Tardá tenían prisa y querían quemar etapas.
Finalmente, después de 19 meses de discusión, el 30 de septiembre de 2005, el Parlament catalán, con una mayoría de 120 votos a favor y 15 del PP en contra, alumbró el nuevo Estatuto de Autonomía, y el 18 de junio de 2006, se celebró el referéndum que lo ratificó, con los resultados siguientes (en números redondos): participación del 49 %; votos a favor: 74%; votos en contra: 21%; en blanco: 5%.
Si el censo era de 5.202.000 votantes y 1.882.000 aprobaron el Estatut , el apoyo recibido fue del 36%. Es decir, de cada diez residentes en Cataluña, apenas cuatro lo aprobaban.
Los resultados no fueron como para tirar cohetes si se comparan con los del referéndum del Estatuto de Sau, aprobado el 25 de octubre de 1979, con las siguientes cifras: participación 60%; votos a favor 88%; votos en contra 8%; en blanco 4%.
Es decir, el nuevo Estatuto contaba con un apoyo social menor que el que reemplazaba, lo cual puso bastante nerviosos a los nacionalistas. Estaban casi obligados a reaccionar, y lo hicieron.
Les ayudaron los errores del gobierno tripartito catalán, la crisis económica, el deterioro general de las instituciones, la cerrazón del Partido Popular, la setencia del Tribunal Constitucional y las prisas de Mas, que hizo del acelerón nacionalista su tabla de salvación para evadir su responsabilidad en los apoyos a las peores políticas del Gobierno central, de su mediocridad en el gobierno de la Generalitat, en los recortes, en la corrupción en CiU y en Cataluña y en el deterioro institucional como uno de los peores ejemplos de “la casta política”. Esta huída hacia delante convierte a Mas en un aventurero.

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