El 25 de julio de 2005, mientras se discutía en el Parlament el proyecto de nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña, el dirigente de ERC, Carod Rovira advertía que, en caso de aprobarse, "el Estatut no duraría muchos años: Que no se engañe quien piense que estamos aprobando un Estatut para los próximos 30 años (...) En el momento en que haya nuevas necesidades y que se modifique la actual correlación de fuerzas, Cataluña no tiene ninguna otra salida responsable que volver a hacer un nuevo cambio institucional".
Pocos días después, el día 4 de
agosto, el diputado de Esquerra, Juan Tardá, proponía una reforma
de la Constitución que reconociera el derecho de secesión, permitiera la federación
entre comunidades autónomas, eliminase la provincia como circunscripción
electoral y estableciera el castellano, el catalán, el gallego y el vasco como
lenguas oficiales en todos los territorios. Carod Rovira y Tardá tenían prisa y querían
quemar etapas.
Finalmente, después de 19 meses
de discusión, el 30 de septiembre de 2005, el Parlament catalán, con una mayoría de 120 votos a favor y 15 del PP
en contra, alumbró el nuevo Estatuto de Autonomía, y el 18 de junio de 2006, se
celebró el referéndum que lo ratificó, con los resultados siguientes (en
números redondos): participación del 49 %; votos a favor: 74%; votos en contra:
21%; en blanco: 5%.
Si el censo era de 5.202.000
votantes y 1.882.000 aprobaron el Estatut , el apoyo recibido fue del 36%. Es decir, de cada diez residentes en
Cataluña, apenas cuatro lo aprobaban.
Los resultados no fueron como
para tirar cohetes si se comparan con los del referéndum del Estatuto de Sau,
aprobado el 25 de octubre de 1979, con las siguientes cifras: participación
60%; votos a favor 88%; votos en contra 8%; en blanco 4%.
Es decir, el nuevo Estatuto
contaba con un apoyo social menor que el que reemplazaba, lo cual puso bastante
nerviosos a los nacionalistas. Estaban casi obligados a reaccionar, y lo
hicieron.
Les ayudaron los errores del
gobierno tripartito catalán, la crisis económica, el deterioro general de las
instituciones, la cerrazón del Partido Popular, la setencia del Tribunal Constitucional y las prisas de Mas, que hizo
del acelerón nacionalista su tabla de salvación para evadir su responsabilidad
en los apoyos a las peores políticas del Gobierno central, de su mediocridad en
el gobierno de la Generalitat, en los recortes, en la corrupción en CiU y en
Cataluña y en el deterioro institucional como uno de los peores ejemplos de “la
casta política”. Esta huída hacia delante convierte a Mas en un aventurero.
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