Good morning, Spain, que es different
“No decido nada, Cuando llego a Caja Madrid, Sánchez Barcoj me entrega dos tarjetas…”
“No me dicen nada, sólo que
era para gasto personales, no de empresa”.
“No fijé los límites;
estaban fijados ya. No pregunté por los criterios para fijarlos. Ni tomé ninguna
decisión al respecto”.
“No recibí ninguna
información que me hiciera pensar que no estaban pagando los impuestos por eso”.
“El departamento fiscal no
me dijo nunca nada”.
“No entiendo por qué pasó
eso”.
“No tengo ni idea de quién
decidió que esto no fuera algo claro”.
“Yo la norma no la conocía,
pero entendía que si el departamento legal lo supervisaba, estaría bien”.
“Nunca me planteé que
pudiéramos estar incumpliendo la ley”.
“No se especificaba nada en
los certificados”.
“No lo puedo saber”.
“No lo sé”.
Estas
son frases de algunas de las respuestas de la declaración de Rodrigo Rato, al
ser interrogado sobre el uso de las tarjetas opacas de Caja Madrid-Bankia. Sólo
le faltó agregar que él no es Rodrigo Rato.
Cualquiera
pensaría que el fiscal estaba interrogando a un botones, grado del escalafón bancario
que no sé si aún existe en el gremio, a una secretaria o a un auxiliar
administrativo sobre asuntos que exceden sus conocimientos y sus competencias. Pero
no, se trata del presidente del Consejo de Administración de la cuarta o quizá
la quinta entidad bancaria del país, de un presidente que gozaba de unos
poderes que a juicio del Banco de España eran preocupantes, y que, por ejercer
tan altas funciones tenía un sueldo conocido de 2,3 millones de euros al año
(383 millones de las antiguas pesetas). Pero lo ignoraba todo.
Rato
alega desconocer requisitos elementales de tributación fiscal que conoce
cualquier persona obligada a declarar sus ingresos a Hacienda. Y con esa
presunta ignorancia, ¿cómo podía dirigir una entidad así?
El
asunto se agrava si se recuerda su trayectoria profesional, dígase lo de
profesional con todas las reservas, que responde al modelo del triunfador
neoliberal español, en el que el viejo ideal falangista del español, que es mitad
monje mitad soldado, ha dado paso al personaje mitad emprendedor mitad corrupto,
o incluso corrupto del todo.
Hijo
de una acreditada familia franquista, que, sin despeinarse, alcanza las cotas
más altas del poder político y económico de un régimen democrático, o por lo
menos, así lo llaman.
Licenciado
en Derecho por la Universidad Complutense, máster en Administración de Empresas
por la Universidad de Berkeley (USA), doctor en Economía por la Universidad
Complutense, diputado, ministro de Economía y Hacienda, vicepresidente del gobierno,
representante del Gobierno español en la Unión Europea, en la Organización
Mundial del Comercio y en otros foros internacionales, director gerente del
Fondo Monetario Internacional y, finalmente, presidente de Caja Madrid y de Bankia,
además de consejero de Telefónica y del Banco Santander. Y sin embargo no sabía
que las famosas tarjetas eran opacas para el ministerio que él mismo dirigió,
lo cual no le impidió hacer buen uso de ellas y disponer de un abultado crédito,
que hemos acabado pagando todos, contribuyentes y no contribuyentes.
Rato
sacó de los cajeros 17.300 euros en efectivo, gastó más de 25.000 euros en
hoteles y restaurantes, casi 6.000 euros en bebidas, fiestas y francachelas, y
una porrada de dinero en compras diversas, desde zapatos a relojes y desde ropa
interior a ferretería, cuyo detalle está en los periódicos. En total, gastó
como presidente de Caja Madrid 44.200 euros y como presidente de Bankia 54.800
euros.
Una
parte del gasto ya está devuelta pero no le exime de su responsabilidad en
exprimir la tarjeta hasta última hora: apenas dos días antes de la quiebra de
Bankia sacó 1.000 euros en efectivo de un cajero y se gastó 3.500 euros en
bebidas horas antes de presentar el plan de saneamiento de una empresa, que él
y Blesa, contando con otros cómplices, habían contribuido a hundir, y cuyo
rescate ha costado a los españoles 22.400 millones de euros.
La
quiebra de Bankia es una buena muestra de este capitalismo depredador, en que los
máximos directivos hunden empresas en su exclusivo provecho y, con la
colaboración del Gobierno, cargan las peores consecuencias sobre el resto de la
población.
Es también una excelente muestra de quienes componen el
partido que nos gobierna y para quienes
trabajan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario