jueves, 12 de noviembre de 2015

Un mártir de cine

Good morning, Spain, que es different 

Con el rumbo de colisión marcado por Artur Mas en 2010 para impulsarlo, el proceso de la secesión catalana ha avanzado a toda máquina y está a punto de alcanzar su objetivo, pues, tras ser aprobada en el Parlament, por 72 votos frente a 63, la declaración para iniciar la independencia, el Tribunal Constitucional la ha suspendido cautelarmente y ha advertido a Mas, como Presidente de la Generalitat en funciones, a Carme Forcadell, como presidenta de la cámara catalana, y a una veintena de políticos y funcionarios, que pueden quedar al margen de la ley si actúan de acuerdo con el contenido de esa declaración. Así, pues, si todo sigue igual, la colisión es inevitable.
Pendiente de obtener la investidura con el altamente remunerado favor de la CUP, Mas parece un hechicero, que ha desatado con sus conjuros unas fuerzas demoníacas que ya no es capaz de gobernar. Abandonado por sus antiguos compañeros de Unió Democrática de Catalunya, mal comprendido dentro de su propio partido, que no ha dejado de perder electores, prisionero de sus aliados, primero de ERC y luego de la CUP, y teniendo enfrente a un adversario, ahora crecido por el apoyo del PSOE, de Ciudadanos y de UPyD, que no se va a mover ni un milímetro de su posición, porque juega con ello de cara a las elecciones generales, Artur Mas da la impresión de ser un héroe romántico marcado por el destino.
Mas podría evitar la peor solución para él, para sus aliados y para Cataluña, y en cierta medida para el resto de España, renunciando a secesión de forma unilateral para avenirse a buscar una solución pactada, pero su progresiva radicalización no lo hace prever. Antes que el ridículo de desdecirse y evitar la colisión, prefiere huir hacia delante buscando el martirio y pasar a la historia de los presidentes de la Generalitat que intentaron la independencia de Cataluña. Después de los intentos fallidos de Maciá, en 1931, y de Companys en 1934, Mas aspira a conseguir la anhelada independencia de Cataluña en 2016. A la tercera, va la vencida.
No obstante, la situación no es comparable, ni tampoco las consecuencias, que fueron trágicas en 1934, pues la declaración de independencia tuvo un saldo de más de setenta muertos, dos centenares de heridos, varios miles de detenidos, la suspensión del Parlament y del autogobierno catalán y una represión que dio con todo el Gobierno de la Generalitat en la cárcel, acompañado por diputados y funcionarios. 
Pero Mas sabe que eso no puede ocurrir en nuestros días, por eso su inmolación política tiene más que ver el papel que tuvo que jugar el pícaro Vittorio Bertone, personaje de Indro Montanelli, encarnado en la pantalla por Vittorio de Sica, en la película de Rossellini “El general de la Rovere”, donde un ladrón de poca monta, un conseguidor de favores entre los italianos y los ocupantes alemanes, se ve obligado por los nazis a suplantar a un general de la resistencia y muere ejecutado como si lo fuera, engrandeciendo al héroe que él nunca quiso ser.
El católico y neoliberal Artur Mas, miembro de una familia relacionada con la industria textil, educado en el Liceo francés de Barcelona, licenciado en Ciencias Económicas, representante del capitalismo catalán y con una larga carrera en las instituciones políticas, es un catalanista que, movido por el oportunismo y quizá por la ambición, ha querido jugar el papel de un independentista, que en realidad les corresponde a otros, que lo son de verdad.
Para fortuna suya y de todos, el desenlace de esta aventura no será como el que el destino le deparó al confundido Bertone.


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