jueves, 26 de noviembre de 2015

Hablar, ¿de qué?


A menos de un mes de las elecciones generales, no nos pilla por sorpresa la negativa de Mariano Rajoy de mantener un debate público con dirigentes de los partidos que aspiran sucederle en la Moncloa.
Deberíamos estar acostumbrados a los silencios del Jefe del Gobierno -tres años y medio callado-, a su aversión a debatir en el Congreso y a dar puntual cuenta de sus decisiones, y a su afición a gobernar con decretos y a reemplazar la información debida a los ciudadanos por una tenaz campaña de propaganda. 
Sin embargo, la cantidad y la magnitud de los problemas que tiene delante el  gobierno en funciones, y que recibirá el que le sustituya, merece un cambio de actitud por parte del Ejecutivo para celebrar no uno, sino varios debates sobre una recuperación económica que no afecta a las rentas medias y bajas del país, la persistencia del mismo modelo energético y productivo, el desempleo y el lacerante aumento de la desigualdad, el modelo educativo, el deterioro de las instituciones, que el Partido Popular no ha dudado en manosear en función de su interés, las insoslayables reformas de la Constitución, del Senado, de la ley electoral para hacerla más proporcional o de la ley de partidos, cuya financiación tiene tanto que ver con la corrupción política y económica. También es menester debatir sobre la estructura territorial del Estado y el problema de Cataluña, sobre una reforma fiscal que aproxime la presión fiscal a la media europea, así como qué hacer para mantener la reserva de las pensiones o cómo restaurar el maltrecho Estado del bienestar, tras cinco años de recortar el gasto público. Y por eso fuera poco, se añade el problema del terrorismo yihadista, sobre el cual, el Gobierno guarda silencio, después de haber cambiado precipitadamente de posición. Postureo no le falta.  
Todo ello merece un profundo debate público, para que los ciudadanos puedan decidir con conocimiento y responsabilidad a quién entregan su voto después de haber recibido de sus representantes la información que merecen. Y el facilitarla no debe ser una opción motivada por la afición o aversión del Jefe del Gobierno a dar explicaciones, sino una obligación de quien ha dirigido el país durante cuatro años y espera hacerlo durante otros tantos, y de quienes aspiran a reemplazarle.
Es una mala broma que, en tiempo de elecciones, el jefe del Ejecutivo pueda arrogarse el derecho de elegir con quien acepta debatir y con quien no, olvidando que es un servidor público.
Lo propio del caso debería ser que el Jefe del Gobierno, y más si aspira a seguir siéndolo con otro mandato, se avenga a discutir no sólo sobre los asuntos que a él le interesen, sino sobre todos aquellos que sus oponentes le quieran plantear. Y ese debate debería tener lugar en un medio de información público, con independencia de otros que pudieran celebrarse atendiendo solicitudes de los medios de información privados. Pero la discusión sobre lo público no debería faltar, al menos una vez, en un medio público como RTVE. El debate político, como otros asuntos referidos a la gestión de lo público, no puede ser una opción del gobernante, sino que forma parte de lo que se les debe a los ciudadanos, y que, por tanto, no debe ser sustituido por comparecencias, debates, tertulias o entrevistas en medios de información privados, que pueden darse sólo por añadidura, pero nunca en lugar del primero.
Con su negativa a debatir con Albert Rivera y con Pablo Iglesias, Rajoy pretende reducir el papel de Ciudadanos y Podemos como fuerzas opositoras, como si eso dependiera sólo de él, mientras se muestra dispuesto a discutir con Pedro Sánchez, dando la impresión de no dar por enterrado el bipartidismo antes de que lo proclamen las urnas.
Ninguneados Iglesias y Rivera, Pedro Sánchez parece así legitimado como el único adversario a la altura de Rajoy, y el PSOE como la única fuerza capaz de oponerse al Partido Popular. Pero tal decisión no se sabe si es un elogio o un demérito para Sánchez, demasiado escorado ya en sus apoyos al Ejecutivo, al que el Partido Popular considera el único adversario capaz de ser vencido por Rajoy en un debate cara a cara. Lo cual, teniendo en cuenta la mediocridad del Jefe del Gobierno, debiera preocupar a los estrategas del PSOE, si no están ciegos del todo.   
El escarnio aumenta cuando el Presidente del Gobierno acude a una emisora  privada, ideológicamente afín a sus ideas, a participar en una tertulia de fútbol.
Como recordamos lo que dijo Rajoy en la campaña electoral de 2011 y lo que luego ha hecho desde el Gobierno, y sabemos, sin más concreción, que promete más de lo mismo para la próxima legislatura, cabe sospechar, usando recursos retóricos de Javier Krahe, lo que Gran Jefe callar con lengua de serpiente.

26-11-2015.

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