sábado, 21 de noviembre de 2015

La breve Transición

Good morning, Spain, que es different

En su interesada revisión de la historia reciente, la derecha hace tiempo que puso en circulación un discurso que describe la Transición como un proceso de negociación entre una élite autoritaria pero reformista y una élite democrática pero utópica, en el que, renunciando cada una a partes sustanciales de su programa, llegaron a un acuerdo -el celebrado consenso-, que fue satisfactorio para ambas y, en consecuencia, beneficioso para todos. 
"Lo que sucede es que en la nueva versión palaciega, difundida por el Partido Popular, se elimina la movilización popular, se reduce el papel de las élites civiles, en particular el de los partidos de la izquierda, y se acentúan la labor de la derecha, el protagonismo del Rey y la capacidad de sus consejeros para conocer e impulsar los elementos de cambio que permanecían latentes en el seno la dictadura, que la izquierda no quiso o no pudo ver. Bastó con que el Rey quitase el tapón representado por el gobierno de Arias y Fraga y los personajes más nostálgicos del franquismo, para que fluyera libremente el talante democrático del régimen, largo tiempo contenido.
Una interpretación extrema y paradójica de esta versión reduciría la Transición a dos días: el tiempo transcurrido entre la muerte del dictador, ocurrida el 20 de noviembre de 1975, y la insólita proclamación, dos días después, de un rey demócrata en las Cortes franquistas, las cuales, con la Ley de Reforma Política de 1976, abrirían el camino legal a las reformas que el régimen contenía. O sea, la historia de un país conducido por dos hombres de excepcionales cualidades: un caudillo y un rey; un par de titanes".

(J. M. Roca: "Desmemoria y reinvención del franquismo", La oxidada Transición, Madrid, La linterna sorda, 2013.

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