lunes, 23 de noviembre de 2015

La Transición. 2

Good morning, Spain, que es different

"El vigente régimen político surgió en unas circunstancias poco favorables para instaurar un sistema democrático acordado entre fuerzas políticas contrarias, y hasta hacía poco tiempo enemigas -una transición por transacción-, y menos favorables aún para la izquierda, que emergía a la luz pública -salía de las catacumbas, según una frase del momento- tras sufrir una larga etapa de exilio y persecución. 
A las dificultades políticas internas, como la resistencia de los inmovilistas del régimen (el bunker) atrincherados en los aparatos del Estado, las presiones del Ejército -el ruido de sables-, de los grandes poderes económicos, de la banca y de la Iglesia católica -los poderes fácticos-, del terrorismo -el ruido de bombas-, y teniendo como fondo omnipresente la crisis económica, se unieron las presiones externas. De Estados Unidos y la OTAN, en primer lugar, para evitar que el final de las dictaduras de Grecia, Portugal y España pudiera favorecer la llegada de gobiernos de izquierdas que alteraran la correlación de fuerzas en Europa a favor de la URSS y de los países del Este. Tampoco faltó la presión de Marruecos -la marcha verde-, ni la del Vaticano -la marcha púrpura, menos visible pero efectiva-, ni la más suave, procedente de la Europa democrática. 
Como elementos positivos, hay que señalar la perspectiva de hallar acomodo en el Mercado Común Europeo -la Europa de los Nueve era un horizonte cercano-, y el aliento de la cercana revolución de los claveles en Portugal, aunque también se debe apuntar el efecto desmoralizador del golpe militar patrocinado por la CIA, que derrocó, en 1973, al gobierno legítimo de Chile, presidido por socialista Salvador Allende; un serio aviso de Washington a las izquierdas. 
Con una correlación de fuerzas claramente desfavorable, la izquierda, bisoña y dividida en tres corrientes -socialdemócrata, comunista y revolucionaria- a su vez divididas, se comportó con una generosidad no correspondida por la derecha y se dejó llevar por la prisa de los reformistas del régimen, lo que alimentó el oportunismo y el olvido de algunos de sus postulados esenciales. 
A día de hoy, se puede aceptar que la Transición se hizo como se pudo, con más o menos acierto, bajo presiones nacionales e internacionales, ambigüedades, inexperiencia, abandonos y con el recuerdo de la II República y de la guerra civil en la memoria; que fue un apaño para salir del paso en una situación muy difícil, donde otra vez volvía a coincidir una crisis política nacional con una crisis económica internacional. 
Pero todo lo que vino después, que fue privando al régimen político democrático de apoyo ciudadano, no estaba previsto. No era obligatorio hacer las cosas como luego se hicieron, y en los cuarenta años transcurridos, se podían haber corregido algunas de sus limitaciones iniciales y conseguido, mediante las oportunas consultas populares, una legitimidad democrática que reemplazase aquella problemática legitimidad de origen, que lo vinculaba a la dictadura, haciendo buena la idea de Franco de que todo quedaba atado y bien atado. Se pudo haber hecho, pero no se hizo, y en vista de cómo sucedieron las cosas, donde no todo ha sucedido por accidente o impericia. Y donde los vicios de funcionamiento se han sumado a las carencias de origen, cabe sospechar de un sesgado diseño institucional, en el que espurios intereses de grupo pudieron prevalecer sobre las aspiraciones generales del país en los pactos del celebrado consenso".

R. Cotarelo & J. M. Roca: "Epílogo" de "La antitransición. La derecha neofranquista y el saqueo de España", Valencia, Tirant lo Blanch, 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario