sábado, 14 de noviembre de 2015

Otra vez la barbarie

Bon jour, tristesse, que París est aussi different

Más de cien muertos, bastantes más, producidos por una cadena de atentados perpetrados en varios puntos de un París “la nuit” que celebraba el fin de semana, han sacado a Europa de su modorra. Se desconocen por ahora sus autores y motivos, pero todo apunta a un grupo organizado de fanáticos islamistas, que han querido extender la guerra que libra el Daesh en Siria, Iraq y Libia, hasta el corazón de una Unión Europea entregada al sueño neoliberal de mantener baja la inflación mediante sucesivas medidas de austeridad. Una Europa ensimismada en un tema, encerrada con un solo juguete y ausente de los grandes problemas mundiales; una Europa provinciana y en declive.
La elección de lugares públicos y muy concurridos y la frialdad a la hora de provocar víctimas muestran la determinación con que actúan estos fanáticos intérpretes del Islam, en un episodio, que, como los atentados de Nueva York en 2001, de Madrid en 2004, de Londres en 2005, o el de París hace un año contra el semanario “Charlie Hebdo”, y los que desde hace al menos veinte años se vienen produciendo en diversos lugares del planeta, en la mayoría de los casos provocando víctimas entre la población musulmana, dan cuenta de la cruenta guerra que se libra en el interior del Islam, como advertía hace años Gilles Kepel (“Fitna”, 2004), desatada entre posiciones extremas que aspiran a conseguir la unidad de los creyentes (“umma”) imponiendo su rigorista versión del Islam en un califato que aspira a ser un régimen alternativo a la globalización occidental.
En España, donde tenemos larga experiencia en soportar las consecuencias del terrorismo identitario, y donde hemos sufrimos el mayor atentado, por número de víctimas, de los perpetrados hasta ahora en Europa por islamistas, conocemos lo que es el dolor en carne propia y comprendemos bien el dolor y el estupor de los parisinos. 
Vaya con ello nuestro pésame a los familiares de las víctimas, pero pasado el inevitable tiempo del duelo, es de esperar que Europa, y no sólo Francia, salga de su modorra y se enfrente con algo más de valentía a un problema que tiene no sólo cerca, sino dentro de sus fronteras, pues vuelve a plantearse el problema sobre el cual, el conservador Samuel Huntington expuso, en 1996, sus tesis sobre el choque de civilizaciones como escenario de un mundo posible, tras la caída del régimen soviético.
Pero, ¿chocan las civilizaciones o chocan los planes de los grupos que asumen las versiones más simples o crueles de ellas? ¿Pueden coexistir dos o más civilizaciones que aspiran a ser hegemónicas? ¿Es posible un mundo configurado por los valores de una sola civilización?
Para algunos, la respuesta a estos interrogantes está en las bombas; para otros en la expansión de los mercados, pero no podemos conformarnos con eso. 

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