domingo, 20 de septiembre de 2015

Tiempo de soñar

Good morning, Spain, que es different

Tiempo de soñar.
Este es el título de la edición española del libro de Geoffrey O’Brien, "Dream Time", publicado en 1988, al que aludía “Palinuro” en su comentario “El viaje no ha terminado”, del 27 de julio pasado.
Ya tengo el libro y confirmo la reseña de Palinuro: es un rápido retrato, efectuado en 1988 y plasmado en algo más de una decena de capítulos (Suburbios, Espías, Glamour, El paraíso de los adolescentes burgueses, La revolución ácida, El mito del nacimiento del hippie, Los chicos de la Ivy League, La dispersión, Música de percusión, Amérika, Amérika, El jardín de las delicias, El gran miedo, Finis Terrae), de los agitados años sesenta en Estados Unidos; un fresco lírico, realizado veinte años después de los hechos recordados, sobre las luces y las sombras de una América convulsa y confundida, y sobre las diversas culturas, o subculturas, que entonces emergieron dando sustento ideológico y soporte personal a los movimientos sociales y rebeldías individuales que animaron la gran insubordinación que conmocionó a la conservadora sociedad de entonces. O quizá sería mejor decir que deformaron la canónica visión que la sociedad estadounidense tenía de sí misma como el mejor modelo de sociedad democrática, laboriosa y consumista, instalada en el progreso ordenado y en la promoción personal, que ofrecía el sueño americano; una negación del american way of life, caricaturizada por sus adversarios en la trilogía sexo, droga y rock and roll, pero que bajo esas expresiones encerraba la crítica de otros aspectos de la vida, alimentaba la creación y animaba la experimentación, e incluso suscitaba un cambio en la percepción de la vida misma, concebida como un viaje -"on the road", como el libro de Kerouc- frente a la existencia confortable y rutinaria, exenta de riesgo y aventura, que, en cierta medida, era el desafío hacia la generación de sus padres de los jóvenes de clase media, los hijos de Marx y de la Coca Cola, muchos de los cuales, pasado el sarampión iconoclasta, se convertirían, veinte años después, en los yupis, las mesnadas de los ambiciosos jóvenes profesionales urbanos que serían la avanzadilla de la “revolución neoliberal conservadora” de Ronald Reagan.
Estos fueron los avispados y pragmáticos que despertaron a tiempo de los sueños de su juventud y se reintegraron en la sociedad colocándose bien, otros, como Janis Joplin y tantos más, pasaron del sueño juvenil al sueño eterno, y unos terceros -trabajadores, emigrantes, minorías raciales- aún esperan que los sueños de entonces se acerquen a la realidad.

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