martes, 22 de septiembre de 2015

Butifarra

Good morning, Spain, que es different

El señor Linde, gobernador del Banco de España, no es santo de mi devoción, como tampoco lo fue Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el inevitable MAFO de todas las salsas de Zapatero, que más parecía un asesor de la CEOE, ni lo fue Jaime Caruana, porque en general unos señores que se levantan (o les cae, que no lo sé) una pasta gansa por ratificar las medidas más antisociales de los gobiernos (que en excesivas ocasiones parecen uno sólo), descuidando su verdadera misión, que es vigilar la marcha de los bancos y no perder de vista a los banqueros. Pero una cosa es eso y otra que quien ostenta la máxima representación del banco nacional no pueda opinar sobre los costes que podría tener la secesión de Cataluña.
¿Que podía haberlo hecho mejor y haberse ahorrado lo del corralito?, sin duda; ¿que en vez de un comentario debería haber aportado una tonelada de datos, porque si no los tiene él, quién los tiene? Pues, efectivamente, podía haberlo hecho. Otra cosa es que un asunto como la hipotética secesión de una parte importante del país no deba preocupar al gobernador del Banco de España.
Pero desde las filas nacionalistas catalanas se ha tomado su opinión como una afrenta. Artur Mas ha calificado las palabras de Linde de “inmoralidad total” y de “irresponsabilidad inmensa” y las ha atribuido a la estrategia del miedo diseñada desde Madrid. “El banco central no puede opinar” ha añadido un nacionalista subalterno. 
Por lo visto, nadie contrario al proceso de secesión puede opinar. Desde las filas independentistas cualquiera puede sumarse a la ola secesionista (pequeños empresarios, deportistas, futbolistas, cantantes, académicos, etc) con encendidas loas, pero los objetores no pueden hacerlo y si lo hacen es por encargo de Madrid. 
El Banco de España no puede opinar en contra de la secesión, los grandes bancos privados tampoco, ni una parte importante de los empresarios, ni quienes se toman la molestia de escribir largo y tendido sobre el tema advirtiendo de los costes de un proceso que se ha presentado en Cataluña (y por ende, en el resto de España) como un viaje mágico y misterioso, tomando la idea de aquella surrealista película de los Beatles, como un viaje sin peaje hacia el país de Nunca Jamás, el que está a la derecha de la tercera estrella, haciendo que los catalanes vuelvan a ser niños y confíen menos en la razón y más en la fantasía.
“No es verdad que pueda haber un corralito. Es falso y lo saben”, ha dicho Mas con autoridad. “¿Qué interés podría tener el Estado en que a la primera economía (del país) 
le pasara algo?" 
El Estado, es decir, España, o mejor dicho sus habitantes, los españoles, en su mayor parte no tienen interés en que a los catalanes les vayan las cosas peor, por eso desean que se queden, y en muchos casos advierten que la secesión perjudicará a todos.  
“¿No habrá flujos entre España y Cataluña, de servicios, de trabajadores…?”. Pues, depende de cómo y cuándo se produzca la secesión y de las negociaciones posteriores a la ruptura. 
Insiste Mas: “Estamos en el siglo XXI, no en la Edad Media; saben que es mentira (…) No tienen otro argumento que este”.
Mas si lo tiene: "un gran corte de mangas" para los dirigentes del PP, del PSOE y de Podemos, que en catalán castizo quiere decir: ¡tomad butifarra!

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