La neutralidad de España
en la I Guerra Mundial proporcionó a la burguesía española y por ende a la
catalana una coyuntura excepcional para hacer negocios. Como resultado de tal
situación, la burguesía industrial catalana, muy beneficiada por el conflicto,
trató de erigirse, según Balcells ("Cataluña contemporánea
(1900-1936)", Siglo XXI, 1974) en clase rectora de España, siguiendo, en
parte, la idea de Joan Maragall (catalanismo, iberismo, europeísmo). En 1917,
La Lliga intensificó las relaciones con los partidos afines de otras regiones
de España con la intención de renovar el régimen de la Restauración. A tal
efecto, a pesar de la prohibición expresa del Gobierno de Dato, convocó en
julio de 1917 una Asamblea de Parlamentarios para intentar una reforma constitucional
democrática que contuviera una solución autonómica para el problema catalán (“una
revolución sin convulsiones, una revolución desde arriba”, según Reglá (“Historia
de Cataluña”, Alianza, 1974). El intento se frustró porque las juntas defensa
(organizaciones corporativas militares) apoyaron el Gobierno y, sobre todo, por
la acción de la huelga general revolucionaria, en agosto de 1917, es decir, de
la revolución por abajo, frente a esa revuelta de notables, si se puede llamar
así al cambio dirigido por las clases privilegiadas. El intento
regeneracionista se resolvió con un gobierno de concentración con dos ministros
regionalistas (Ventosa y Rodés) y con la participación del propio Cambó en el
Gobierno de Maura como ministro de Fomento, en 1918, y como ministro de
Hacienda en 1921.
El pueblo catalán, como concepto antropológico,
no existe más que como referencia retórica, poética; precisamente el
nacionalismo, como intento de restaurar políticamente de la identidad perdida
por la hibridación étnica y cultural, es una respuesta a esa ausencia de pueblo
antropológico. La expresión “el pueblo catalán” es una metáfora que pretende
representar una sociedad con intereses divididos mediante una coyuntural alianza
política dirigida por un sector de la burguesía ayer regionalista y hoy
devenida independentista.
Está por ver si
contablemente la mayoría de la sociedad catalana apoya el proyecto secesionista. De momento es una hipótesis.
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