lunes, 22 de febrero de 2016

Machado. El demonio.

No recordaba el aniversario de la muerte de Machado, pero esta mañana, que ha sido un poco loca en lecturas, pues además de El País y FB, he seguido releyendo "El imperialismo", de Ulianov, que empecé ayer, por eso de volver a los clásicos de vez en cuando, he terminado leyendo un artículo fantástico de Francesc de Carreras -"El dilema del Estado de las autonomías" (Claves nº 188, diciembre, 2008, que recomiendo)- y, finalmente, me he detenido, un rato, antes de comer, en el "Juan de Mairena", con el que le he rendido un involuntario homenaje, por pura casualidad. Y en estos momentos neoinquisitoriales, he retenido una de las primeras sentencias: "No todo es folclore en la blasfemia, que decía mi maestro Abel Martín. En una facultad de Teología bien organizada es imprescindible -para los estudios de doctorado, naturalmente- una cátedra de Blasfemia, desempeñada, si fuera posible, por el mismo Demonio", sentencia que enlaza con la siguiente, que abrevio "... En una república cristiana, democrática y liberal, conviene otorgar al demonio carta de naturaleza y de ciudadanía, obligarle a vivir dentro de la ley, prescribirle deberes a cambio de sus derechos, sobre todo el específicamente demoníaco: el derecho a la emisión del pensameinto. Que como tal Demonio nos hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora no tiene razón, pero tiene razones. Hay que escucharlas todas".

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