Good morning, Spain, que es
different
¿Quiénes
son las personas que en diciembre hicieron del Partido Popular el partido más
votado? En número redondos, 7.200.000 votos son muchos votos, y de poco sirve
decir que ese es el techo del PP. Mal consuelo. ¿De dónde proceden esos votos? ¿Qué
es lo que asegura la fidelidad de esos votantes, después de todo lo que ha
sucedido en la pasada legislatura?
Pueden
parecen votantes favorecidos por el Gobierno de Rajoy o personas inmunizadas
contra el aumento de la desigualdad, el desequilibrio entre rentas, el paro,
las medidas de austeridad, las privatizaciones, el aumento de la pobreza, la
ley mordaza, la reforma del Código Penal, el gobernar por decreto, la opacidad y
la corrupción, pero son muchos.
En
esos votantes hay que empezar a contar los propios afiliados del PP, 800.000
según Rajoy, más sus familias, hijos, parejas, amigos, parientes y círculos de
influencia, los beneficiados por las redes clientelares a escala local, provincial,
autonómica o nacional y los depredadores de fondos públicos. Hay que pensar que
al Partido Popular le han votado los muy ricos, las grandes fortunas, los banqueros,
los grandes empresarios, el IBEX 35, los consejos directivos y los accionistas
de los oligopolios, las patronales y los círculos de empresarios. En suma, lo
más granado del capitalismo español, porque el capital huele a los suyos a
pesar del desodorante, y los grandes propietarios rara vez se equivocan al votar.
Otra
parte del voto procede de propietarios, ejecutivos, directivos y mandos intermedios
de empresas medianas y pequeñas, propietarios de microempresas y negocios
familiares y de muchos autónomos ganados por el discurso sobre los
emprendedores; también de mucha gente engañada por el espejismo de pertenecer a
la clase media, al identifican sus intereses con los de la gran burguesía.
También han votado al PP los que creen que la crisis ha sido provocada por la
mediocridad de Zapatero y confían en la (infundada) fama de los “genoveses” como
buenos gestores -son los que tienen dinero desde siempre y saben cómo administrarlo-
Otra
parte del voto procede de los nuevos individualistas competitivos, de la gente joven
seducida por el prestigio del nuevo conservadurismo neoliberal; el voto de los presentes
y futuros triunfadores, que tienen como meta la riqueza y el poder como pruebas
exclusivas de su valía.
También
hay votos de gente trabajadora, de trabajadores cualificados, sobre todo, y de
asalariados desencantados de los partidos de izquierda y de los sindicatos; gente
desatendida por los que han sido “sus partidos”, que ha dejado de creer en las
salidas colectivas y sólo piensa ya en el esfuerzo individual.
Desde
otro punto de vista, el voto del PP también procede de gente mayor,
conservadora, poco o mal informada, y reacia a los cambios en las costumbres que
percibe en la sociedad española.
Desde
el punto de vista ideológico, han votado al Partido Popular tanto personas
seducidas por los valores individualistas del credo neoliberal, como personas
adeptas a los valores comunitarios del credo católico, porque el PP expresa la
contradicción, ya señalada por Marx, de la burguesía moderna, que aspira a ser simultáneamente
defensora del orden y de la moral y del desorden económico provocado por la
evolución del capital buscando maximizar el beneficio de sus propietarios. Atenuar
la contradicción entre ambos objetivos se fía a la labor de la ideología y de
la propaganda, tareas en las que el Partido Popular tiene larga experiencia,
pues fue fundado por Manuel Fraga, ministro de Información de la dictadura.
Al
Partido Popular le han votado los nacionalistas hispánicos y los católicos
conservadores, los defensores de la patria, la religión y la familia, que
aborrecen los cambios que atentan contra el “orden natural” (divorcio, aborto,
matrimonio homosexual, la inseminación artificial, la investigación con células
embrionarias, etc), que conciben de modo jerárquico y estable, indisoluble (patria
indisoluble y familia indisoluble) y rechazan todo lo que huela a laico o a
libertad personal fuera de la admitida por la moral tradicional y las “buenas
costumbres”. Aquellos que tienen una concepción autoritaria e incluso totalitaria
de la sociedad -todos al mismo paso, con la misma fe y las mismas costumbres-, que
confunde la unidad con la uniformidad y donde no hay lugar para el ciudadano,
sino para el súbdito que acepta como naturales la jerarquía, el mando, la
obediencia y la pertenencia al rebaño sin disentir, sea el mando en la Iglesia,
en las relaciones laborales, en el mundo académico y docente y, claro está, en
la política.
Los partidos de la izquierda
deberían pensar sobre ese resultado electoral y sobre la ciclópea tarea que
tienen por delante.
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