martes, 15 de diciembre de 2015

Mucha cara


Good morning, Spain, que es different

En el televisado debate cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, el Jefe del Gobierno hizo alarde de cara dura; le echó rostro a la noche y con bastante displicencia presentó un balance de legislatura pródigo en bondades sin mezcla de mal alguno; un conjunto de aciertos, arrastrando la pesada herencia de Zapatero, digno de un gran estadista. De hacer caso a sus palabras resulta que, en estos cuatro años, en los que parecía que gobernaba Sánchez y que Rajoy había estado en la oposición, no ha habido recortes sino reformas estructurales, que, lejos de representar mermas en las prestaciones del Estado del bienestar y en las condiciones de vida y trabajo de millones de ciudadanos, en particular los asalariados y los estratos económicamente más débiles, han supuesto claras mejoras. La España descrita por Rajoy es la tierra de Jauja.
Según él, han subido las pensiones, los salarios, se ha creado un millón de puestos de trabajo, han aumentado las ayudas a la dependencia y a las mujeres, se ha extendido el subsidio de paro, se ha cumplido con los objetivos de déficit, se ha reducido la deuda del Estado central y la deuda pública. Y tampoco ha habido rescate financiero de la banca.
Al Jefe del Gobierno no le importó dejar por embusteros a algunos de sus ministros, cuyas palabras utilizó Sánchez, con tal de vender su florido fin de legislatura, que ha sido, ya digo, un milagro. Las cifras y las series que mostró Pedro Sánchez no le sirvieron, porque corresponden a la España tenebrosa que muestran los socialistas, frente a las que él exhibe, que son las propias de un gran país, con una gran proyección internacional, además.
Perdió la flema cuando Sánchez abordó el tema de la corrupción. Ahí quiso revolverse hablando del ERE de Andalucía y de algún caso más, pero falto de argumentos prefirió reprochar a Sánchez no haber sido el custodio de su decencia presentando una moción de censura, y hacer del asunto un caso de alusión al honor personal, exigiendo a Sánchez que rectificara. Lo que el socialista no hizo.
Pedro Sánchez estuvo brioso e incisivo, aunque en alguna ocasión no remató sus argumentos, por ejemplo, en el caso de la banca rescatada con fondos públicos, que, además, ha despedido a 70.000 empleados. O cuando Rajoy aludió a Narcís Serra, como consejero de Caixa Cataluña, además de citar a Rato en Bankia, Sánchez tenía el precedente de José Luis Olivas, ex presidente “popular” de la Comunidad Valenciana, implicado en la quiebra de tres entidades bancarias (Bancaja, Banco de Valencia, Bankia).
Sánchez estuvo beligerante, pero su reacción ha sido tardía, pues mostró una combatividad que ha faltado a lo largo de toda la legislatura, como Rajoy se lo recordó, cuando dijo que, si tan grave le parecía el asunto de la corrupción, tenía que haber planteado una moción de censura, y no lo hizo. Y ese será un gran error político, que el PSOE arrastrará durante mucho tiempo: haber dejado acabar tranquilamente la legislatura al gobierno más dañino de los últimos 30 años, el que cuenta con más casos de corrupción entre sus filas y el que tiene el presidente peor valorado de la etapa democrática, incluso entre sus propios votantes.
Esa actitud pasiva, que se concretó en la desastrosa “oposición responsable”, que por no ser oposición no podía ser responsable, es difícil de entender en el PSOE. Lo mismo ocurre con la resignada aceptación de las responsabilidades por la situación dejada por Zapatero, que era consecuencia de la confluencia de la crisis financiera internacional y el estallido de la burbuja inmobiliaria generada por el modelo de crecimiento puesto en marcha por Aznar al llegar a la Moncloa, basado en la liberalización de suelo público, en el crédito barato y en los estímulos fiscales al sector de la construcción.
Siendo fiel a su estilo, el Presidente Plasma ha hecho un bucle, pues concluye la legislatura igual que la empezó: mintiendo. Para ganar las elecciones no dijo lo que realmente pensaba hacer, sino que él y sus corifeos divulgaron lo que no pensaban hacer; ahora, cuatro años después de aplicar con mano de hierro un durísimo plan de austeridad sobre la población más indefensa, llega la hora de hacer balance y niega lo hecho con unas cifras que son pura ilusión. Es decir, mentir para llegar al gobierno y mentir al dejarlo, para poder volver a gobernar. Creyó que echándole cara podría salir airoso del trance, pero Pedro Sánchez, se la partió, metafóricamente hablando.

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