Lo fallido es el Estado, no la nación, que en
los países modernos, industrializados, medianamente secularizados y
democráticos, se ha formalizado desde el Estado representativo y los derechos
civiles. En España no hemos podido terminar el tránsito desde la monarquía
católica y absolutista al Estado no confesional y democrático, ni hemos llegado
a la fase adulta del ciudadano, aparecido en 1812, por el continuo renacimiento
del súbdito, provinciano y clerical, alentado por pronunciamientos militares,
golpes de estado y cuatro guerras civiles, además de la guerra de la
Independencia, que, también lo fue.
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