Good morning, Spain, que es different
Debilidades de la izquierda (1). El PSOE.
El
PSOE es la fuerza más votada de la izquierda, y aunque mucha gente opina que
desde mucho hace tiempo no es un partido de izquierdas, enfeudado con “la casta”,
por su peso institucional (90 diputados), por su respaldo electoral (5.528.830
votos) y por los rescoldos del programa socialdemócrata que aún conserva aunque
arrinconados, eso sí, por valores y actitudes neoliberales, es una pieza
imprescindible en cualquier combinación de gobierno que se articule como
alternativa a la derecha.
El
PSOE ha salido maltrecho de las elecciones generales, como también de las locales y autonómicas, pero no podía aspirar a
recoger lo que no ha sembrado, o peor aún, pues, debido al bipartidismo
imperante, ha cosechado más de lo que merecía.
Instalado
en la inoperante oposición responsable,
ni dirigidos por Rubalcaba ni dirigidos por Sánchez en el PSOE han sabido oponerse
a los destructivos planes de una derecha autoritaria, que ha sido implacable al
aplicar su riguroso programa de austeridad contra los trabajadores y clases
populares, inspirado en los intereses económicos de la clase social mejor
situada. Pero, en el PSOE también les ha faltado firmeza a la hora de denunciar
y exigir la asunción de responsabilidades a un gobierno salpicado por los casos
de corrupción que inundan a su partido. Y como le recordó Rajoy en el debate
cara a cara, Sánchez no hizo los deberes que le correspondían como principal
dirigente del primer partido de la oposición.
Probablemente
Mariano Rajoy llevará consigo el estigma de haber sido acusado de indecente por
amparar la corrupción en su partido, pero Pedro Sánchez arrastrará el baldón de
haberle dejado marchar indemne, cuando su mandato ha merecido no una sino dos
mociones de censura, una por su lesivo programa económico y otra por la
corrupción, a raíz de conocerse el contenido de los papeles de Bárcenas. Ambas
son evidentes muestras de la flaqueza ideológica y de la desorientación
política que arrastra el partido que, paradójicamente, aspira a ser la mejor
alternativa posible frente a un gobierno de la derecha.
Hay
que admitir que era difícil remontar el legado dejado por la última etapa de
los mandatos de Zapatero, pero los problemas no vienen sólo de ahí. El PSOE
arrastra varias crisis -de programa, de liderazgo, de táctica y de estrategia-,
que pueden resumirse en una sola: una crisis de identidad, que les mantiene
confusos sobre quiénes son y sobre lo que quieren. Confusión que los votantes
perciben y que, en esta situación tan dramática para tanta gente, no aciertan a
distinguir de qué lado están los socialistas.
La
crisis en que las derrotas de González en 1996 y Almunia en 2000 dejaron sumido
al partido, se quiso zanjar con el etéreo ideario de la Nueva Vía, formada por
Zapatero, Trinidad Jiménez, José Blanco, Jesús Caldera, Jordi Sevilla y Miguel
Sebastián, que logró tomar el control del partido en el 35º Congreso (junio del
año 2000). La Nueva Vía (hacia ninguna parte) era una versión española de la
descafeinada Tercera Vía promovida por Giddens, Blair, Schroeder y Jospin, con que
la socialdemocracia mostraba su rendición ante la victoriosa revolución
neoliberal conservadora, tras la desintegración de la URSS y el bloque de los
países del Este.
Tampoco
ayudaron los sucesivos relevos en la Secretaría General del Partido (González,
Almunia, Chaves, Zapatero, Rubalcaba) para evitar una necesaria catarsis, y el
mismo e inútil remedio supuso la designación de Pedro Sánchez, que responde al
patrón ideológico y personal de los mentores de la citada vía muerta, como ha
dejado en claro su desvaída actuación en la legislatura recién concluida.
Tras los adversos resultados
del 20 de diciembre, los críticos han puesto difícil la labor de Sánchez, pues
mientras unos le vetan un acuerdo con el PP, con o sin Rajoy, otros le
advierten de que no se le ocurra pactar con Podemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario