jueves, 16 de noviembre de 2017

Azaña. Catalanismo

Good morning, Spain, que es different. Bon matí.

Sobre la utilización política del nacionalismo, (Companys) me digo algo muy singular: Había que exaltar el ideal patriótico de Cataluña, como fuerza unificadora de los catalanes, para contrarrestar la escisión de las clases. Pudiera creerse que Companys se hallaba en las menguadas posiciones de quienes se imaginan que un problema de carácter general, permanente, cambia de carácter y de valor con estrechar los límites geográficos dentro de los que se plantea. Sobre todo, si en el área así marcada vive un pueblo a quien se le hace creer en su condición privilegiada, excepcional. Por ese camino parecía echar Companys.
Lo mismo de su país piensan los nacionalistas vascos. De creerlos, allí no hay lucha de clases; ni existe motivo para que la haya, de tan <patriarcales> que son. Naturalmente, los empresarios salen ganando. No podía ser esa la intención de Companys, que, personalmente y por su partido, ha procurado dejar siempre muy borrosas las fronteras políticas con el proletariado. Es preciso estar habituado al ejercicio de traducir, al lenguaje común y claro, las tergiversaciones y sobreentendidos de la política barcelonesa. Detrás de aquella exaltación del patriotismo catalán, para contener las escisiones de clase, había la necesidad y la dificultad de imbuir el catalanismo en la porción más numerosa del proletariado de Cataluña. Otros han dicho más claramente: <Hay que catalanizar el campo>. Es decir, que tanto el campesino como el obrero industrial fuesen, antes que marxistas o sindicalistas, nacionalistas. Antes que Marx o Sorel o Bakunin, Ramón Berenguer IV o Maciá…


Manuel Azaña: “Cuaderno de La Pobleta (1937)”, Memorias políticas y de guerra (II), Barcelona, Crítica, 1978, p. 132.

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