Good morning, Spain, que es different
Para
un país capitalista hay algo peor que la fuga de capitales, y es la fuga de
capitalistas. Y la inminente república catalana, hasta que la CUP decida lo
contrario, es, o hipotéticamente puede ser, un nuevo país capitalista,
republicano, sí, pero capitalista. Mas, Puigdemont y Junqueras no representan
otra cosa que distintas versiones, dimensiones y aspiraciones del capital, por
si algunos o muchos todavía no se habían dado cuenta.
Así
que la “nueva república” está a punto de venir al mundo con una importante pérdida
de líquido amniótico, con lo cual, si a las dificultades de un parto prematuro,
como ya lo ha advertido el doctor Mas, que fue quien dirigió la fecundación “in
vitro” (in vitriolo, como luego se ha visto), se añade la falta de oxígeno, las
posibilidades de que el neonato sobreviva son escasas, más aún cuando no podrá
recibir ayuda de la incubadora europea.
En
pocos días varias grandes compañías como Gas Natural, Oryzon, Eurona, Dogi y Agbar,
han decidido fijar su sede social fuera de Cataluña. Sólo en este año, casi 600
empresas lo han hecho. También los dos grandes bancos catalanes, La Caixa y el
Sabadell, siguiendo el silencioso camino que muchos depositantes habían ya iniciado
trasladando de sus fondos.
Incluso
fuera de Cataluña, personas que hasta ahora eran clientes de estos dos bancos
están abriendo cuentas en otras entidades, por miedo a un “corralito” o a
perder sus ahorros. No hay que olvidar que venimos de una burbuja financiera
cuyo pinchazo se ha llevado por delante muchas economías domésticas. Venimos de
una ruina y nos encaminamos, si esto no se para, a otra. Demasiadas pérdidas en
tan poco tiempo.
Las
decisiones de las empresas se han demorado, pero eran de esperar. Sólo la
estulticia de quienes se creen superiores al resto de españoles y se han creído
las falacias de su propio discurso, han podido pensar que esto no iba a
ocurrir. No hace falta ser un vidente para atisbar lo evidente, pero es que, en
todo este asunto del “procés”, sus promotores han partido de negar lo evidente
y de creer, también, que iban a convencer no sólo a España, sino a Europa, de
las oportunidades económicas que el nuevo reino de Jauja iba a ofrecer al
capital. ¡Qué ilusos!
Claro, que los empresarios que
han adoptado tales decisiones lo podían haber advertido con tiempo suficiente
como para haber parado esta lamentable aventura antes de llegar hasta aquí; a
las vísperas de la declaración de independencia.
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