jueves, 5 de octubre de 2017

La crisis y el giro de Artur Mas

La crisis financiera y la recesión económica subsiguiente ha sido uno de los motores fundamentales para llegar a esta situación, porque ha alimentado la desafección ciudadana respecto a los gobiernos. Desafección que ya estaba incubada por la extendida corrupción en las élites políticas y económicas del país (de España y de Cataluña), por la manipulación de las instituciones en el juego político y por el envejecimiento del régimen expresado en el alejamiento de los partidos políticos respecto a la gente, en el escaso vigor de la vida parlamentaria, oscilante entre la atonía y la crispación, en la erosión del sistema bipartidista y en la crisis en la propia Casa Real.
Con la crisis, la gente no supo lo que se le venía encima, pues, de repente, en una situación de bonanza económica que parecía eterna, estalló la burbuja inmobiliaria que produjo la gran recesión económica, seguida de los recortes de fondos públicos ordenados por la funesta “troika” (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y aplicados con diligencia por el Govern de Artur Mas, que fueron los primeros y más drásticos de España.
Las medidas de austeridad provocaron indignación y la movilización ciudadana, en particular entre los jóvenes, alentados por los ecos del 15-M. Llegaron las concentraciones, las sentadas, las pintadas, la acampada en la plaza de Cataluña y el cerco al Parlament, a donde el Govern tuvo que llegar en helicóptero y los diputados salir en furgonetas de los mossos. Actos con un contenido de clase que gustaron muy poco a los nacionalistas. Carod Rovira  consideró que los acampados actuaban como españoles, no como catalanes, y les invitó a irse a orinar a España.
Junto al interés por rechazar la propia responsabilidad en la gestión del sistema económico que había reventado y en aplicar las medidas de austeridad de la “troika”, hubo otro importante factor que explica el giro político de Artur Mas en 2012, que fue la corrupción. Los casos Palau, Pretoria, Adigsa, la red de comisiones del 3% y otra docena larga de casos, a los que luego se sumarían  el caso ITV, de Oriol Pujol, la fortuna en el extranjero del ex honorable y las andanzas de otros de sus hijos en negocios realizados al amparo de la Generalitat, inclinaron a Mas a dar un drástico giro y acelerar el plan de renacionalización de Cataluña sugerido por Jordi Pujol en 1990.
En 2012, Mas decidió alejarse del Partido Popular, que había sido su apoyo en el Parlament y al que había apoyado en Congreso. Rajoy dejó de ser un aliado y se convirtió en un necesario enemigo de Cataluña, para poder rebotar hacia él y hacia España la responsabilidad por las medidas de austeridad ordenadas por la “troika” y aplicadas servilmente por el Govern desde 2010. De este modo, Mas pensaba desviar la indignación popular hacia un tercero, que no estaba en Cataluña, y que se había acreditado como un notorio centralista ante el nuevo Estatut. El éxito de esta operación residía en acentuar el impulso nacionalista antiespañol aprovechando el malestar suscitado por la crisis y el enfado por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.

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