Con
el paso de los años, los músculos de la cara pierden parte de su función y se
descuelgan incapaces de contraerse para mostrar sorpresa o estupor. Por eso,
ante las declaraciones en la SER, de Marta Pascal, coordinadora general del
PDcat, no puedo mostrar sorpresa sino constatar un cinismo persistente al
escuchar cómo una y otra vez repite el razonamiento circular de que están
obligados a proclamar la independencia por un mandato emanado de los resultados
del referéndum del 1 de octubre.
Veamos
el desarrollo en el tiempo de este “razonamiento”: primero se decide declarar
la independencia y se convocan unas elecciones plebiscitarias, que se pierden
pero no importa, luego viene la promesa de hacerlo pronto, se acelera la
presión social y se advierte al Gobierno de que no se va a respetar la ley, con
lo cual la Generalitat se constituye en institución soberana (rebelde), después
se preparan, en secreto, las leyes que deben dar apariencia legal a ese empeño;
vulnerando las normas del propio Estatut se aprueban con prisa y sin garantías
las leyes del referéndum y de Transitoriedad, embrión de la futura constitución,
que son suspendidas por el Tribunal Constitucional, pero no importa. Después se
intenta celebrar un referéndum sin ninguna garantía, que, además de ilegal, resulta fallido, pero tampoco importa, y
finalmente, se insiste en declarar la independencia según el mandato salido de
este refrendo ficticio.
O sea, hacemos lo que
queremos; hemos decidido declarar la independencia y lo vamos a hacer como sea,
sin importar los medios; porque sí.
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