Good morning, Spain, que es different
Tras
la contenciosa formación de los grupos en la cámara, sigue la guerra de
posiciones, el postureo, el metafórico juego de tronos, o mejor dicho el juego
de poltronas, pero no en sentido metafórico, sino por ocupar un lugar u otro en
el hemiciclo.
La
adjudicación de los escaños en el Congreso ha sido resuelta por la Mesa más
bien a la brava, utilizando un criterio ideológico antes que atendiendo al
número de diputados obtenido por cada partido. El PSOE y el PP, a izquierda y
derecha de la presidencia, siguen ocupando los lugares tradicionales en el
hemiciclo, así como los escaños del Gobierno, pero la aparición de Podemos y
Ciudadanos ha desbaratado la colocación del resto. La Mesa ha estimado que C’S,
como un partido de centro, merece ubicarse entre las bancadas del PP y del
PSOE, justo enfrente de la presidencia, con acceso a la platea, lo mismo que el
PNV y DIL (CiU), y en cierta medida ERC, mientras que el grupo de Podemos, con
más diputados, ha sido desplazado a las últimas filas, a las alturas del
llamado “gallinero”, donde están situadas las localidades más baratas de los
teatros. Decisión que los podemitas han tomado como una afrenta cuando en
realidad es un mérito, pues ocupan el lugar de los “montagnards” en la Asamblea
francesa durante las jornadas revolucionarias. Como premio a sus audacias, el
criterio ideológico manejado por el PSOE, PP y C’S los ha enviado al lugar
propio del tercer estado, a hacer compañía a los espectros de Dantón y
Robespierre, si se dignan visitar este país.
Fuera de las cámaras, la vida sigue igual. El
Congreso es un plató, afirmaba el otro día un amigo (García Tojar, El País,
23-1-2016), y las deliberaciones, si es que se pueden llamar así los tanteos
para formar un nuevo gobierno, puro teatro, en el que los actores ensayan sus
papeles y se mueven cautelosamente por el escenario.
Rajoy,
que no quiere dejar de ser el protagonista de la función, asume el papel que
mejor le va, que es no hacer nada. Sigue su
costumbre, que es no hacer y dejar pasar, con esa marcha a paso de caracol, que
está entre el liberalismo gandul (“laissez faire, laissez passer, passer,
passer”) y el pasotismo castizo. Su táctica en esta batalla por el gobierno es
la del general romano Fabio Cunctator, que desgastaba las fuerzas de
Anibal con escaramuzas, pero evitaba el enfrentamiento directo en una batalla
campal.
En
el polo opuesto se encuentra Podemos, cuyos dirigentes tienen prisa. Iglesias, adiestrado
en el Actor’s Studio es más dado al histrionismo, y parece un Astérix tras haber
ingerido una dosis excesiva de poción mágica, lo que le impele a ensayar golpes
de efecto con tal de tener la iniciativa. Más cautelosos se muestran en el PSOE
y en Ciudadanos en sus tanteos, más libre Rivera que Pedro Sánchez, atenazado por
sus barones y baronesas, pero tanto ellos, como los barones del PP, ensayan con
suerte diversa los trucos y efectos del teatro japonés con las horrendas máscaras
kabuki, para infundir miedo antes que confianza a sus posibles aliados. El
argumento principal es la advertencia sobre los males que sobrevendrán si los
posibles aliados no se avienen a lo que desean quienes se esconden detrás de las
máscaras -No te juntes con ese o con el otro-,
más que gestos amistosos, para lo cual hace falta acercarse y hablar, lo cual se
toma como un demérito –“que me llame”, “si me llama, le atenderé”-, un paso que
siempre debe dar otro.
En España, los dirigentes
de los partidos políticos no discuten; se arrojan titulares de periódico o
declaraciones, se critican a través de entrevistas y ruedas de prensa, pero no
se enfrentan directamente sino que lo hacen a través de los medios de
información (medios que parecen los fines), pues lo importante es aparecer en
televisión, estar en primera plana, en las tertulias, antes que sentarse a
hablar cara a cara las veces que hagan falta para atender los problemas del
país, algunos muy urgentes
“Teatro, lo tuyo
es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro” -cantaba La Lupe
con voz desgarrada- en uno de sus mejores boleros. “Fue tu mejor actuación
destrozar mi corazón”, decía una de sus estrofas. Pues, eso.
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