lunes, 11 de enero de 2016

Esperpento

Good morning, Spain, que es different

Hay días en que me gustaría ser inglés o francés, o americano, o de cualquier otro sitio, menos español y catalán, que también lo soy.
Esta mañana, España parece un país grotesco, un teatrillo de títeres movidos por un escondido y perverso maese Nicolás, un país valleinclanesco, un esperpento.
La infanta Cristina de Borbón, hermana del Rey, se sienta en el banquillo de los acusados, junto con otros 17 imputados, en un gran proceso para juzgar un supuesto desvío de fondos públicos, promovido por su marido Iñaki Urdangarín y su socio Diego Torres a través de una maraña de contratos del Instituto Noos con los gobiernos autonómicos de Baleares y Valencia y el ayuntamiento valenciano presidido por Rita Barberá, durante los años de auge económico (la crisis, ¿qué crisis?; el déficit, ¿qué déficit?; la deuda, ¿qué deuda?).
Es posible que la infanta -miembro del Instituto, aunque, en 2014, en su declaración ante el juez, afirmó que no recordaba nada de su labor en él- eluda responder de sus responsabilidades en el caso, si, como intentan sus abogados defensores, resulta agraciada por la llamada doctrina Botín, una indulgente interpretación jurídica que benefició a un ejemplar representante de la nobleza del dinero y que ahora se intenta aplicar en provecho de la nobleza de sangre.
El esperpento político catalán imita fielmente al español, pues, no en balde sus clases dirigentes están cortadas por el mismo patrón, forman parte de la misma clase política y comparten la misma noción patrimonial del poder público, puesto al servicio de sus propios intereses y de los de sus allegados más selectos, sea de manera legal, alegal o ilegal. Cataluña ya tiene President de la Generalitat.
El resultado de las elecciones plebiscitarias del 27 de septiembre se ha saldado, con prisa y a última hora, con un apaño o con una faena de aliño, como se dice en el léxico taurino. Aunque Barcelona sea una ciudad donde están vetadas las corridas de toros (¡la terra de Balañá!), los gobernantes  catalanes dominan las suertes del arte descrito en el Cossío.
El presunto plebiscito -“el voto de tu vida”- no tuvo el resultado esperado, pues los partidos independentistas sólo obtuvieron el 48% de votos, aunque, por la ley electoral, alcanzaron el 72% de los escaños. A pesar del resultado, decidieron acelerar la marcha hacia la independencia, que ya no precisaba de referéndum ni de negociación alguna con el gobierno central  ni de acuerdo en el Congreso, sino que debía decidirse por medio de una declaración unilateral, aprobada por el Parlament de una Generalitat con un gobierno en funciones, y alcanzarse en el plazo de un año y medio.   
El obstáculo a tantas prisas era que 10 de esos 72 escaños eran de la CUP, que ya había advertido que no facilitaría la investidura de Artur Mas como President. Y con estas disquisiciones han pasado tres meses y han llegado a un curioso acuerdo a pocas horas de expirar el plazo legal.
Recordemos que la lista del President, de cara a las elecciones “plebiscitarias”, se convierte en la lista de Junts pel Sí (Convergencia, ERC e independientes), encabezada por Raúl Romeva (ex ICV), en la que Artur Mas ocupa el cuarto lugar, pero es quien debe ser investido y al que la CUP le niega el placet. Para salir del atasco, Mas (el cuarto de la lista) nombra candidato, no a Romeva (el primero de la lista), que era lo esperable, sino a Carles Puigdemont, alcalde de Gerona y presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia, que iba en tercer lugar en la lista por Gerona, y que resulta investido. Artur Mas resume la operación con una frase antológica -“Hemos logrado lo que las urnas no nos dieron”-, que le acredita no como un demócrata, sino como un astuto maniobrero.

El esperpento alcanza también a lo más alternativo de las fuerzas de la izquierda catalana, la CUP. Una coalición de pequeñas agrupaciones radicales, que se declara anticapitalista, independentista, democrática y asamblearia y partidaria de romper cuanto antes y a la brava la relación con España, con la Unión Europea y con la OTAN. Pero en una sorprendente finta, y sin conocer aún las verdaderas causas que la han impulsado a ello, si descartamos la enajenación de sus portavoces, la CUP acepta la renuncia de Mas y apoya la investidura de Puigdemont, a costa de renegar de su papel opositor y apoyar durante toda la legislatura al nuevo gobierno de la derecha neoliberal catalana, continuador del de los recortes, de las privatizaciones y de la corrupción, al que no han cesado de criticar y frente al cual la CUP se proponía como alternativa ética y política.
Sinceramente, el suicidio político parece un precio excesivo para lo conseguido, que es privar a Mas de la Presidencia, pero dejarle vivito y coleando para que siga dirigiendo la política catalana desde la tramoya.


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