jueves, 14 de enero de 2016

Problema catalán

Controversia con unos lectores de un post de Félix Ovejero sobre el juramento de Marcelo Expósito (Podemos) en la constitución de la Mesa del Congreso, que se ha confesado neoliberal, inspirado en von MIses: "Sí, lo prometo, para trabajar en esta cámara por un proceso que reconozca la diversidad de soberanías y facilite la relación fraterna de los pueblos del Estado, que la gente mande y el gobierno obedezca".

No creo que haya "una forma" de resolver (¿definitivamente?) el entuerto soberanista, al menos una sola, pero ayudaría el tener ciertas predisposiciones y cumplir algunos requisitos, que en el "procés" no se han dado; pues según mi parecer ha sido, está siendo, un camino lleno de trampas, movido por argucias, donde el fin, que no comparto, ha quedado desacreditado por los medios empleados, que han sido arteros uno tras otro. Lo correcto o si se prefiere lo honesto es la claridad en los fines y en los medios, la lealtad a los ciudadanos (a todos) y el respeto a las instituciones, la información abundante y objetiva, permitir la circulación de ideas, fomentar la controversia sin crispar ni excluir y aceptar lo que digan las urnas, que es justo lo que no ha sucedido hasta ahora. La decisión en las urnas es lo último que hay que hacer, pues llegar a votar sin haber conocido todos los argumentos, en particular los de la parte contraria,  y sin haber debatido es falaz.

Jose María, ni el estado ni la soberanía son factores inmutables, ni tampoco la nación. No hay naciones eternas, ni imperios eternos, aunque hayan durado 3.500, como el de Egipto. Estamos ante la polémica entre Burke y Paine (y Jefferson) sobre si las naciones pertenecen a los vivos, a los muertos o a los que han de nacer. No existen los rasgos identitarios permanentes, mucho menos en esta época de cambios y de influencias culturales, ni en personas ni en colectividades, salvo que estén aislados; ni los espíritus del pueblo, inmutables a lo largo de siglos; tampoco el "ser" de España ni el "genio" de España. No es malo negociar ni llegar a acuerdos de convivencia, que vayan conformando las naciones, pues mejor es el "contrato social" o el "pacto originario" (sin trampas), que la voluntad del emperador o del monarca absolutista a la hora de decidir qué es y cómo es la nación.

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