viernes, 1 de enero de 2016

¡Feliz Año (realmente) Nuevo!

Good morning, Spain, que es different

Y para que el año entrante sea verdaderamente nuevo, debe, o debería, dejar atrás muchas cosas obsoletas; es un sinsentido admitir un año nuevo lastrado por cosas viejas, y es peor todavía tratar de conservarlas, porque sería alargar el año ido, a pesar de haber cambiado la hoja del calendario.
Entrado el nuevo año llega el momento de poner en práctica los nuevos o no tan nuevos propósitos (¡esta vez sí que va en serio!). Cada uno en su casa puede acometer los cambios precisos para que las cosas viejas cedan su espacio a las nuevas, para acometer nuevos proyectos que reemplacen a los que han caducado, para renovar lo que mejor le venga en gana, pero siendo conscientes de que, por muchos cambios que hagamos en casa, incluyendo la más radical de las revoluciones domésticas, nuestras vidas seguirán estando determinadas en gran medida por decisiones tomadas lejos de nuestro alcance, de las que somos y seremos rehenes. Circunstancias esas que no suelen contemplar los libros de auto-ayuda, cuyo necesario complemento (o sus sustitutos) deberían serían los programas políticos de transformación social a través de la concertada y persistente acción colectiva.
Por eso, el mejor deseo para el año recién estrenado, el gran objetivo a perseguir es reducir nuestro grado de dependencia, de servidumbre respecto a decisiones que vienen impuestas, o dicho de otro modo, aumentar el grado de nuestra autonomía o, con una palabra más solemne, de libertad.
El gran sueño de muchos ciudadanos del siglo XXI sigue siendo el viejo programa de los rebeldes y amotinados de todas las épocas, que intentaron librarse de los poderes que les oprimían para tratar de gobernar sus vidas por miserables que fueran. Detrás de las reclamaciones de tierra o de derechos, de los motines del pan, del rechazo de tributos abusivos, del trato vejatorio o de los castigos arbitrarios, del trabajo extenuante y de los salarios de hambre estaba la pretensión de administrar el tiempo del que disponían, el tiempo que tenían concedido entre los vivos, en ese paréntesis, entre la nada y la nada, de apenas unos instantes en el tiempo cósmico, en que los humanos pueden soñar con dirigir su existencia y ser dueños de sus condiciones de vida y trabajo.
El mejor deseo para el Año Nuevo, el gran sueño, es equilibrar un poco la desnivelada balanza de la libertad, entre quienes disponen de mucha a costa de los que disponen de poca o de ninguna, que se corresponde con otra balanza, la de quienes todo o casi todo lo pueden y los que carecen de un poder semejante, porque poder y libertad suelen ir emparejados y están repartidos desigualmente.
Por eso, entre las cosas que deben quedar necesariamente atrás, como un cachivache, es la mala política, el uso abusivo de las instituciones y de los fondos públicos, efectuado por un gobierno que no ha dudado en recortar la libertad en todos los ámbitos posibles del hacer humano (político, laboral, artístico, cultural, intelectual), mutilando la Constitución a su antojo y manipulando la información pública.
Debe quedar atrás un Gobierno viejo y despótico y su programa añejo, aunque sea neoliberal, que no ha servido para lo que se aducía -reducir el déficit, reducir la deuda externa-, sino para aumentar las desigualdades sociales y para que millones de españoles vivan peor que hace dos décadas. Y ojalá, entre, con el nuevo año, la nueva política y con ella la sensatez, la generosidad y la capacidad para negociar y contemplar el interés general, en particular el e quienes necesitan socorro urgente en sus vidas, por encima de las carreras políticas individuales; es decir para que entre, no sé si por la puerta grande o por la pequeña, un gobierno de izquierdas. Y entonces sí que podremos aspirar, si no a tener un año más feliz, al menos no tan amargo como el pasado.


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