sábado, 23 de enero de 2016

Empieza el juego

Good morning, Spain, que es different

Luego del mes transcurrido desde las elecciones, plagado de expectativas alimentadas por declaraciones o por silencios clamorosos, las cosas se mueven con cierta rapidez. Diríase que los jugadores se arriesgan a mover sus piezas siguiendo el plan secretamente trazado durante este tiempo. Hasta hace pocos días la táctica era el tanteo, servido a base de declaraciones generales de intenciones, buscando situarse en la posición más favorable en el tablero, pero ahora el tiempo apremia y comienzan los movimientos.
Rajoy ha decidido salir de su habitual mutismo, y apenas dos días después de haber afirmado que aspiraba a ser investido Presidente del Gobierno comunica al Rey que, falto de apoyos, retira su candidatura. Pero no se retira de la liza; no dimite, sino que queda a la espera de que le llegue una ocasión más propicia para sus planes. Cede el turno a Pedro Sánchez, con la esperanza de que fracase en su intento de formar gobierno a causa de la presión interna de sus barones y a la externa de sus posibles aliados, en particular de Podemos. Después, Rajoy podría intentar salir de su pertinaz aislamiento y explorar más a fondo el apoyo de Ciudadanos y quizá de alguno de los partidos nacionalistas o regionalistas, y si ese empeño resultase fallido, en el peor de los casos llegaría a unas nuevas elecciones con el respaldo de la Unión Europea, de la troika y de los poderes económicos nacionales y con el aval de la estabilidad ante el fracaso de las alternativas de izquierda, que habrían mostrado, una vez más, su incapacidad para gobernar y su nulo sentido de Estado.
El tranquilo Rajoy, que sabe hacer las cosas como Dios manda, regresaría al Gobierno para consolidar la desigual recuperación económica, pero tendría en contra, claro está, los juicios por corrupción del caso Noos, de Gurtel, la imputación del PP por la destrucción de los ordenadores de Bárcenas, el caso de los diputados comisionistas con que despidió la legislatura y el de las sucias aguas de AcuaMed, con que ha empezado el nuevo año, que afecta a varios cargos técnicos y a una persona de confianza de la vicepresidenta.  
Hasta ahora, el movimiento más audaz lo ha realizado Podemos, con una iniciativa, contada al Rey por Pablo Iglesias, que, buscando el golpe de efecto de la sorpresa, parece pergeñada a espaldas de su partido 
Iglesias ha ofrecido al PSOE iniciar un diálogo constructivo para formar de un gobierno plural, junto con IU, con un plan de medidas urgentes destinadas a paliar las situaciones de emergencia social, y un programa de reformas de la Constitución y del régimen político (reforma de la justicia, de la ley electoral, blindar las garantías sociales y buscar el encaje territorial, reformas ratificadas en un referéndum nacional), así como una serie de ejes de actuación (reversión de los recortes y las privatizaciones, derogación de la reforma laboral y de la ley mordaza, reforma del estatuto de RTVE, entre otras) y de áreas de intervención, desde Economía hasta Defensa y Exteriores.
Iglesias ha mostrado sus cartas, pero lo ha hecho con poca elegancia, que es lo menos que se puede pedir a quien solicita colaboración, pues ha indicado los ejes de trabajo al futuro gobierno, en el que se reserva la vicepresidencia única, incluso ha señalado plazos y podría decirse que incluso ha repartido carteras, pero ha expresado además la poca confianza que le merecen las élites del PSOE, de las que no espera palabras, sino hechos. Da la impresión de que Iglesias ha tomado la iniciativa de ofrecer al PSOE un precocinado plato de lentejas, lo tomas o lo dejas, con la intención más bien de que lo rechace.
Queda, así, el PSOE cogido entre dos fuegos, colocado en primer lugar, por la decisión de Rajoy, para formar alianza y presentar la investidura de Pedro Sánchez en el Congreso, y la oferta, dicen que envenenada de Podemos, su potencial aliado y mortal adversario, con la oposición interna de barones y baronesas y, las consejas de la vieja o viejísima guardia, partidaria de llegar a un acuerdo con PP y Ciudadanos para formar un gobierno estable y duradero, a imitación de la “grosse koalition” germana, que mantenga la confianza de los inversores y de los aliados internacionales.
En el PSOE no parecen haberse enterado de que las cosas han cambiado y de que, en poco tiempo, pueden dejar de ser el partido determinante de la izquierda, pues tienen delante un rival que intenta desplazarles, pero no un rival acartonado como IU, sino un ente político mucho más ambicioso, con vigor y con prisa, con apariencia más moderna y unos rasgos -maleable, flexible, sincrético y proteico- que lo hacen más temible que la esclerótica organización comunista; un rival que puede ser un aliado y a la vez un mortal adversario.
Les han lanzado un reto, que algunos consideran un guante arrojado a la cara, al que tienen que responder. No será fácil, pero es necesario a pesar del poco tacto y de las prisas del novato.


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