Good morning, Spain, que es
different
Luego del mes transcurrido
desde las elecciones, plagado de expectativas alimentadas por declaraciones o
por silencios clamorosos, las cosas se mueven con cierta rapidez. Diríase que
los jugadores se arriesgan a mover sus piezas siguiendo el plan secretamente
trazado durante este tiempo. Hasta hace pocos días la táctica era el tanteo, servido
a base de declaraciones generales de intenciones, buscando situarse en la
posición más favorable en el tablero, pero ahora el tiempo apremia y comienzan
los movimientos.
Rajoy
ha decidido salir de su habitual mutismo, y apenas dos días después de haber
afirmado que aspiraba a ser investido Presidente del Gobierno comunica al Rey
que, falto de apoyos, retira su candidatura. Pero no se retira de la liza; no
dimite, sino que queda a la espera de que le llegue una ocasión más propicia
para sus planes. Cede el turno a Pedro Sánchez, con la esperanza de que fracase
en su intento de formar gobierno a causa de la presión interna de sus barones y
a la externa de sus posibles aliados, en particular de Podemos. Después, Rajoy
podría intentar salir de su pertinaz aislamiento y explorar más a fondo el
apoyo de Ciudadanos y quizá de alguno de los partidos nacionalistas o
regionalistas, y si ese empeño resultase fallido, en el peor de los casos
llegaría a unas nuevas elecciones con el respaldo de la Unión Europea, de la
troika y de los poderes económicos nacionales y con el aval de la estabilidad
ante el fracaso de las alternativas de izquierda, que habrían mostrado, una vez
más, su incapacidad para gobernar y su nulo sentido de Estado.
El tranquilo Rajoy, que sabe
hacer las cosas como Dios manda, regresaría al Gobierno para consolidar la
desigual recuperación económica, pero tendría en contra, claro está, los
juicios por corrupción del caso Noos, de Gurtel, la imputación del PP por la
destrucción de los ordenadores de Bárcenas, el caso de los diputados
comisionistas con que despidió la legislatura y el de las sucias aguas de AcuaMed,
con que ha empezado el nuevo año, que afecta a varios cargos técnicos y a una
persona de confianza de la vicepresidenta.
Hasta
ahora, el movimiento más audaz lo ha realizado Podemos, con una iniciativa,
contada al Rey por Pablo Iglesias, que, buscando el golpe de efecto de la
sorpresa, parece pergeñada a espaldas de su partido
Iglesias
ha ofrecido al PSOE iniciar un diálogo constructivo para formar de un gobierno
plural, junto con IU, con un plan de medidas urgentes destinadas a paliar las
situaciones de emergencia social, y un programa de reformas de la Constitución
y del régimen político (reforma de la justicia, de la ley electoral, blindar
las garantías sociales y buscar el encaje territorial, reformas ratificadas en un
referéndum nacional), así como una serie de ejes de actuación (reversión de los
recortes y las privatizaciones, derogación de la reforma laboral y de la ley
mordaza, reforma del estatuto de RTVE, entre otras) y de áreas de intervención,
desde Economía hasta Defensa y Exteriores.
Iglesias ha mostrado sus
cartas, pero lo ha hecho con poca elegancia, que es lo menos que se puede pedir
a quien solicita colaboración, pues ha indicado los ejes de trabajo al futuro
gobierno, en el que se reserva la vicepresidencia única, incluso ha señalado
plazos y podría decirse que incluso ha repartido carteras, pero ha expresado
además la poca confianza que le merecen las élites del PSOE, de las que no
espera palabras, sino hechos. Da la impresión de que Iglesias ha tomado la
iniciativa de ofrecer al PSOE un precocinado plato de lentejas, lo tomas o lo
dejas, con la intención más bien de que lo rechace.
Queda,
así, el PSOE cogido entre dos fuegos, colocado en primer lugar, por la decisión
de Rajoy, para formar alianza y presentar la investidura de Pedro Sánchez en el
Congreso, y la oferta, dicen que envenenada de Podemos, su potencial aliado y
mortal adversario, con la oposición interna de barones y baronesas y, las
consejas de la vieja o viejísima guardia, partidaria de llegar a un acuerdo con
PP y Ciudadanos para formar un gobierno estable y duradero, a imitación de la
“grosse koalition” germana, que mantenga la confianza de los inversores y de
los aliados internacionales.
En
el PSOE no parecen haberse enterado de que las cosas han cambiado y de que, en
poco tiempo, pueden dejar de ser el partido determinante de la izquierda, pues
tienen delante un rival que intenta desplazarles, pero no un rival acartonado
como IU, sino un ente político mucho más ambicioso, con vigor y con prisa, con
apariencia más moderna y unos rasgos -maleable, flexible, sincrético y
proteico- que lo hacen más temible que la esclerótica organización comunista;
un rival que puede ser un aliado y a la vez un mortal adversario.
Les han lanzado un reto, que
algunos consideran un guante arrojado a la cara, al que tienen que responder.
No será fácil, pero es necesario a pesar del poco tacto y de las prisas del
novato.
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