viernes, 15 de enero de 2016

Aclarémonos

Good morning, Spain, que es different
1.  Los nacionalistas catalanes desean dotarse de un Estado propio.
2.   Dado que no existen las razones que en otros momentos de la historia europea pudieron dar paso nuevos estados, los nacionalistas estiman verosímil fundar un nuevo Estado en la Unión Europea, a expensas de la secesión de territorio español,  apoyándose en la existencia de una nación con una lengua distinta de la mayoritaria hablada en España, si bien amparándose en la dogmática afirmación de que cada nación debe tener un Estado, lo cual no refleja lo que sucede en el mundo (5.000 lenguas y 194 estados), ni en Europa, donde el promedio es de cuatro lenguas por país.
4.  En consecuencia, para fundar un Estado antes debe existir una nación, o hay que crearla. Y en esas estamos, en un proceso que se divide en dos: A) afirmando lo que no existe: Cataluña es una nación, que, por tanto, necesita su Estado para alcanzar la plenitud. B) Negando lo que existe: España no existe, lo que existe es el Estado español, una estructura política, jurídica, administrativa y militar, que se superpone a una serie de pueblos o naciones; unos aceptan de buen grado esa pertenencia al Estado común, pero otros la rechazan.
5. Con lo cual, siguiendo a los nacionalistas, llegamos a dos procesos de construcción: la construcción de naciones y la deconstrucción de España o construcción de un Estado plurinacional o nación de naciones; una especie de pequeño imperio español, o quizá el reconocimiento de los restos del viejo imperio, cuyos estertores no se exhalaron en 1898, con la pérdida de las últimas colonias de América y Asia, sino ahora, con los intentos de emancipación de las “naciones históricas” respecto del estatal yugo centralizador (castellano).
6. La construcción de la nación se basa en la búsqueda de particularidades que permitan distinguirla de la sociedad preexistente. Es un proceso político de selección interna, de separación de individuos mediante la delimitación de diferencias -amplificando las pequeñas, exaltando las grandes o creando otras si es preciso- y creación de afinidades, del que va emergiendo la nueva nación, que se configura sobre el modelo negativo proporcionado por la nación opresora, cuyo perfil se construye también según las necesidades del imaginario nacionalista.
7.  La nación en formación surge, sobre todo, contra la vieja nación, la nación considerada oponente, la nación opresora en la imagen bipolar del modelo del amigo y el enemigo (Carl Schmitt). Para construir la nación, los nacionalistas se miran en el espejo de la nación opresora, definiendo en positivo los rasgos negativos que a ella le atribuyen. La nueva nación es buena, productiva, solidaria, honesta y democrática, sus ciudadanos son trabajadores y ahorrativos, sus dirigentes son honrados y sensatos, que son rasgos de los que carece la nación opresora. Y si la nueva nación todavía no ha alcanzado el grado máximo de esas cualidades es porque lo impide su situación subyugada. El Estado independiente dejará aflorar  todas las potencialidades de la nueva nación; así, la independencia es condición indispensable de su perfección. La nueva nación es mejor, es superior. Por eso merece separarse de la nación vieja y emprender sola su camino.
8.  La construcción de la nación sigue el modelo con que los nacionalistas la imaginan, que se funda, por un lado, en una idealizada visión de su historia, efectuada por una sesgada selección de episodios del pasado; en la defensa de las tradiciones, algunas ciertas y magnificadas y otras inventadas; en la difusión de tópicos y estereotipos, algunos de ellos más propios del siglo XIX que del XXI; en la proliferación de gestos, desplantes y ofensas con el fin de provocar reacciones que alimenten el victimismo y la emotividad de los catalanes. La política de los nacionalistas ha estado, y aún lo está, necesitada de gestos. El proceso soberanista está plagado de aspectos teatrales, y Artur Mas ha sido sobre todo un dirigente pródigo en gestos, un líder gesticulante, un histriónico actor dirigiéndose enfadado a la platea.
9.  En la construcción de la nación catalana no faltan el componente étnico, basado en la lengua y en la pretendida superioridad racial, amenazada por la afluencia de emigrantes del resto de España (charnegos, colonos, invasores), ni el componente de clase social. El nacionalismo es un discurso falsamente igualitario, pues la pertenencia a la nación no iguala a sus miembros, aunque la misma lengua pueda equipararlos en apariencia, sólo en apariencia pues los códigos de uso dependen del origen social y condicionan la educación recibida y la percepción de la realidad. Lengua, cuya hegemonía se defiende ante la pretendida imposición del castellano (el “genocidio lingüístico” del catalán), lo cual es difícil de creer tras casi cuarenta años de régimen autonómico, 28 años de gobiernos nacionalistas confesos y otros siete de nacionalistas vergonzantes.
10. Pero tampoco iguala a los ciudadanos en niveles de renta y en oportunidades vitales. El nacionalismo esconde una posición de clase, un sentimiento de élite y desprecio por las poco refinadas clases subalternas, aún por las propias catalanas, pero, sobre todo, por las foráneas. Además del desprecio racial, palabras como “charnegos” o “colonos” expresan el desdén por los trabajadores, por la mano de obra, por los trabajos manuales y de ejecución (las funciones de dirección corresponden a la élite), que delatan el extendido prejuicio de que los empresarios son los creadores de la riqueza, mientras los trabajadores son sólo piezas necesarias e intercambiables en el proceso productivo.
11. En este aspecto es donde se muestran las diferencias de visión y de intereses entre los nacionalistas idealistas (tipo CUP y similares) y los nacionalistas pragmáticos, representantes de la burguesía catalana de CiU y ahora de CDC, capitaneados por Mas, que perciben, precisamente en el campo económico los fuertes vínculos de unión que Cataluña mantiene con España, formados por una lengua franca, una cultura política y administrativa común, una red de infraestructuras que permiten un solo sistema productivo, un solo mercado, un sistema financiero y un sistema monetario compartido con parte de Europa, un régimen laboral favorable al empresariado y un sistema fiscal favorable al capital y vinculado además al mercado europeo, entre otras ventajas a las que los nacionalistas pragmáticos no desean renunciar. De ahí viene la propuesta de Artur Mas, como antes de Ibarretxe, de fundar un Estado independiente pero asociado al español, en el que los catalanes mantendrían sus derechos, por gozar del privilegio de tener doble nacionalidad. Es decir, los nacionalistas desean un Estado propio, pero también conservar el mercado español y tener acceso al mercado europeo.
12. Es curioso que sindicatos catalanes y partidos de izquierda no se hayan percatado de ello y que sigan navegando en la estela del nacionalismo pragmático, que es un nacionalismo de ricos que no desean compartir su riqueza con quienes tienen menos; un nacionalismo desigualitario, insolidario y neoliberal, como mandan los tiempos.

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