Good morning, Spain, que es different
1. Los nacionalistas catalanes desean dotarse de
un Estado propio.
2. Dado que no existen las razones que en otros
momentos de la historia europea pudieron dar paso nuevos estados, los nacionalistas estiman verosímil fundar un
nuevo Estado en la Unión Europea, a expensas de la secesión de territorio
español, apoyándose en la existencia de
una nación con una lengua distinta de la mayoritaria hablada en España, si bien
amparándose en la dogmática afirmación de que cada nación debe tener un Estado,
lo cual no refleja lo que sucede en el mundo (5.000 lenguas y 194 estados), ni
en Europa, donde el promedio es de cuatro lenguas por país.
4. En consecuencia, para fundar un Estado antes debe
existir una nación, o hay que crearla. Y en esas estamos, en un proceso que se
divide en dos: A) afirmando lo que no existe: Cataluña es una nación, que, por
tanto, necesita su Estado para alcanzar la plenitud. B) Negando lo que existe:
España no existe, lo que existe es el Estado español, una estructura política,
jurídica, administrativa y militar, que se superpone a una serie de pueblos o
naciones; unos aceptan de buen grado esa pertenencia al Estado común, pero
otros la rechazan.
5. Con lo cual, siguiendo a los nacionalistas, llegamos
a dos procesos de construcción: la construcción de naciones y la deconstrucción
de España o construcción de un Estado plurinacional o nación de naciones; una
especie de pequeño imperio español, o quizá el reconocimiento de los restos del
viejo imperio, cuyos estertores no se exhalaron en 1898, con la pérdida de las
últimas colonias de América y Asia, sino ahora, con los intentos de emancipación
de las “naciones históricas” respecto del estatal yugo centralizador
(castellano).
6. La construcción de la nación se basa en la
búsqueda de particularidades que permitan distinguirla de la sociedad
preexistente. Es un proceso político de selección interna, de separación de
individuos mediante la delimitación de diferencias -amplificando las pequeñas,
exaltando las grandes o creando otras si es preciso- y creación de afinidades, del
que va emergiendo la nueva nación, que se configura sobre el modelo negativo proporcionado
por la nación opresora, cuyo perfil se construye también según las necesidades
del imaginario nacionalista.
7. La nación en formación surge, sobre todo, contra
la vieja nación, la nación considerada oponente, la nación opresora en la
imagen bipolar del modelo del amigo y el enemigo (Carl Schmitt). Para construir
la nación, los nacionalistas se miran en el espejo de la nación opresora,
definiendo en positivo los rasgos negativos que a ella le atribuyen. La nueva
nación es buena, productiva, solidaria, honesta y democrática, sus ciudadanos
son trabajadores y ahorrativos, sus dirigentes son honrados y sensatos, que son
rasgos de los que carece la nación opresora. Y si la nueva nación todavía no ha
alcanzado el grado máximo de esas cualidades es porque lo impide su situación
subyugada. El Estado independiente dejará aflorar todas las potencialidades de la nueva nación; así,
la independencia es condición indispensable de su perfección. La nueva nación
es mejor, es superior. Por eso merece separarse de la nación vieja y emprender
sola su camino.
8. La construcción de la nación sigue el modelo
con que los nacionalistas la imaginan, que se funda, por un lado, en una
idealizada visión de su historia, efectuada por una sesgada selección de episodios
del pasado; en la defensa de las tradiciones, algunas ciertas y magnificadas y otras
inventadas; en la difusión de tópicos y estereotipos, algunos de ellos más propios
del siglo XIX que del XXI; en la proliferación de gestos, desplantes y ofensas
con el fin de provocar reacciones que alimenten el victimismo y la emotividad
de los catalanes. La política de los nacionalistas ha estado, y aún lo está,
necesitada de gestos. El proceso soberanista está plagado de aspectos teatrales,
y Artur Mas ha sido sobre todo un dirigente pródigo en gestos, un líder
gesticulante, un histriónico actor dirigiéndose enfadado a la platea.
9. En la construcción de la nación catalana no
faltan el componente étnico, basado en la lengua y en la pretendida
superioridad racial, amenazada por la afluencia de emigrantes del resto de
España (charnegos, colonos, invasores), ni el componente de clase social. El
nacionalismo es un discurso falsamente igualitario, pues la pertenencia a la
nación no iguala a sus miembros, aunque la misma lengua pueda equipararlos en
apariencia, sólo en apariencia pues los códigos de uso dependen del origen
social y condicionan la educación recibida y la percepción de la realidad.
Lengua, cuya hegemonía se defiende ante la pretendida imposición del castellano
(el “genocidio lingüístico” del catalán), lo cual es difícil de creer tras casi
cuarenta años de régimen autonómico, 28 años de gobiernos nacionalistas
confesos y otros siete de nacionalistas vergonzantes.
10. Pero
tampoco iguala a los ciudadanos en niveles de renta y en oportunidades vitales.
El nacionalismo esconde una posición de clase, un sentimiento de élite y
desprecio por las poco refinadas clases subalternas, aún por las propias
catalanas, pero, sobre todo, por las foráneas. Además del desprecio racial,
palabras como “charnegos” o “colonos” expresan el desdén por los trabajadores,
por la mano de obra, por los trabajos manuales y de ejecución (las funciones de
dirección corresponden a la élite), que delatan el extendido prejuicio de que
los empresarios son los creadores de la riqueza, mientras los trabajadores son
sólo piezas necesarias e intercambiables en el proceso productivo.
11. En
este aspecto es donde se muestran las diferencias de visión y de intereses
entre los nacionalistas idealistas (tipo CUP y similares) y los nacionalistas pragmáticos,
representantes de la burguesía catalana de CiU y ahora de CDC, capitaneados por
Mas, que perciben, precisamente en el campo económico los fuertes vínculos de
unión que Cataluña mantiene con España, formados por una lengua franca, una
cultura política y administrativa común, una red de infraestructuras que
permiten un solo sistema productivo, un solo mercado, un sistema financiero y un
sistema monetario compartido con parte de Europa, un régimen laboral favorable
al empresariado y un sistema fiscal favorable al capital y vinculado además al
mercado europeo, entre otras ventajas a las que los nacionalistas pragmáticos
no desean renunciar. De ahí viene la propuesta de Artur Mas, como antes de
Ibarretxe, de fundar un Estado independiente pero asociado al español, en el
que los catalanes mantendrían sus derechos, por gozar del privilegio de tener
doble nacionalidad. Es decir, los nacionalistas desean un Estado propio, pero también
conservar el mercado español y tener acceso al mercado europeo.
12. Es
curioso que sindicatos catalanes y partidos de izquierda no se hayan percatado
de ello y que sigan navegando en la estela del nacionalismo pragmático, que es
un nacionalismo de ricos que no desean compartir su riqueza con quienes tienen
menos; un nacionalismo desigualitario, insolidario y neoliberal, como mandan los
tiempos.
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