domingo, 23 de noviembre de 2014

Sueños de Pedro Sánchez



Good morning, Spain, que es different
Dice Pedro Sánchez: “Tengo la ambición de liderar la renovación del pacto del 78”. Vale, como Martin Luther King, puede decir que ha tenido un sueño; pero es un sueño irrealizable, imposible de llevar a cabo.
En primer lugar, porque es dudoso que pueda liderar algo, y menos eso, si en el PSOE siguen detrás del carro del Gobierno, aunque éste no quiera llevarlos con él. Su carro se lo robaron un año cuando dormían… y los ladrones estaban en casa.
Los socialistas parecen tener miedo de que se los trague el tsunami “Podemos” y no dejan de solicitar a Rajoy que les eche un cable antes de que les alcance y sumerja la oleada bolivariana. “Pactemos algo, Mariano. Mira, tragamos con lo de los viajes opacos de los senadores, salimos como podamos en el “asunto” de Cataluña y en alguna otra cosilla, y pactamos algo…” Pero el berroqueño Rajoy no se inmuta y exige a Pedro que acepte todo: “Un pacto duradero te daré si postrándote ante mí, me adorares”. El precio es muy alto, tan alto que puede llevar al Pasok, al de allí y al de aquí.
En segundo lugar, el pacto de 1978 es imposible de renovar por otras circunstancias.
Entre ellas, porque no existen los interlocutores que lo hicieron posible: en el PSOE creen que siguen siendo los mismos, pero el partido se ha transformado profundamente tras sus estancias en el poder. Y el PP no puede ejercer la función de UCD, a la que contribuyó a destruir para formar el partido de la “mayoría natural”, según Fraga, y que Rajoy llama de las “personas normales”. Para el PP, el espíritu del pacto del 78, que fue el consenso, quedó desterrado en 1996 con el proyecto de la Segunda Transición aznariana, que iba en sentido contrario, y cuyo programa se está aplicando hoy con la ferocidad que permiten las circunstancias.
El PCE, tampoco existe, y sus sucesores, IU y los grupos de su órbita, están por abrir un nuevo proceso constituyente, con Podemos o sin Podemos; es decir, que solos o acompañados están a la contra. El PNV podría servir, en principio, sólo en principio, porque los nacionalistas vascos han sido históricamente poco fiables, y respecto a CiU, no sólo no colaboraría, como antaño, sino que está por la ruptura de aquel pacto y del país.
Y por si fuera poco, todos los partidos que participaron en el proceso constituyente de 1977-1978, por lo que han hecho después y por lo que no han hecho pudiendo haberlo hecho, está sometidos a un monumental desprestigio; forman parte de la deteriorada élite política y económica, de la casta, que merece el repudio de la ciudadanía.
Estos partidos políticos fueron instrumentos nuevos, que probaron su validez en la reforma de la dictadura, pero al día de hoy son herramientas envejecidas, melladas, romas, poco válidas para acometer las transformaciones que una buena parte de la ciudadanía demanda y que el país necesita. ¡Despierta, Pedro!

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