Good morning, Spain, que es
different
En el modelo de Estado neoliberal pero autoritario, que el Partido Popular lleva en la sangre, controlar
la información exige controlar a los informadores, y en eso anda sobrado de pericia y experiencia, pues fue fundado y dirigido durante bastante
tiempo por Manuel Fraga, ex ministro de propaganda de la dictadura.
Además
de contar con periódicos y canales de radio y televisión privados y
políticamente afines, el Gobierno va consiguiendo poner sordina a las voces
críticas y neutralizar a medios de información que parecían más alejados de sus
posiciones -hasta El País, según la
vicepresidenta, se ha sumado al coro monofónico- para llegar al ideal, que es
imponer el discurso único.
El
Partido Popular también cuenta con el apoyo de medios de comunicación de
carácter local y emisoras públicas de televisión con cobertura regional, que
tan buen resultado han dado como órganos de propaganda de gobiernos autonómicos -neoliberalismo de taifa-,
como antológicos han sido sus fracasos económicos, mostrando lo difícil que es
mentir y a la vez ganar dinero. Pero hacía falta un medio de comunicación
potente y con cobertura nacional para obtener la máxima eficacia en la
imprescindible labor de configurar la realidad según las necesidades del
Gobierno, y ahí estaba Radio Televisión Española como pieza codiciada.
Utilizando
la mayoría absoluta en las cámaras, el Partido Popular derogó la normativa de
Zapatero, que exigía el acuerdo de dos tercios de los votos del Congreso para elegir al
presidente de RTVE, y confió su designación al Gobierno respaldado por la
bancada “popular”, que entregó el cargo a Leopoldo González Echenique, quien lo
ejerció desde junio de 2012 hasta su dimisión, el pasado mes de septiembre.
La
empresa y sobre todo los servicios informativos se pusieron a disposición de
personas (y de los colocados que
venían con ellas) que habían desempeñado funciones de dirección en Telemadrid, empresa
pública de información llevada a la ruina, incluyendo el despido de 861
trabajadores, por asumir la servil condición de rendir pleitesía a la
presidenta del gobierno autonómico, Esperanza Aguirre. Ella también muy neoliberal, pero autoritaria, como obliga su título nobiliario.
El
resultado de la maniobra ha sido perder verosimilitud, como demuestra la caída
vertiginosa de la audiencia de RTVE, y llegar a una situación económica que
presagia el despido de 3.000 mil trabajadores (la mitad de la plantilla) para
reducir costes, que es remedio universal de los malos gestores.
La
sustitución de Julio Somoano (que sigue en la Casa, cobrando) en la dirección
de los servicios informativos por José Antonio Álvarez Gundín, procedente del
diario La razón dirigido por nefasto Francisco
Mahuenda, confirma el carácter sectario que el Gobierno (y CiU, que ha apoyado el
nombramiento) insiste en imprimir a la radio y a la televisión públicas.
Decía Goya que el sueño de
la razón produce monstruos, pero se quedaba corto. Ahora son monstruos los que
producen La Razón. Queda por ver lo
que producirán en la pequeña pantalla. Llega Poltergeist.
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