viernes, 21 de noviembre de 2014

Cayetana

Good morning, Spain, que es different
Falleció la duquesa de Alba. Una de las diez mayores fortunas de este país. Rebelde; dicen los que la conocieron de cerca que hizo de su capa un sayo, porque en cierto modo se apartó, en ocasiones, del estirado protocolo que rige las costumbres de la gente de su alcurnia, a la que, evidentemente, no renunció. 
Descendiente de una duquesa inmortalizada en los lienzos, ora en cueros ora vestida de maja, por un pintor ilustrado, Cayetana, sin olvidar la administración de sus extensísimo patrimonio, era amiga de la farándula y de la bohemia de luxe, por lo cual era frecuente verla en fiestas y ferias, rodeada de tonadilleras, bailaoras, cantantes, artistas y toreros, en el famoseo de gama alta sevillano o marbellí. Y la prueba de ese aprecio popular está en los cientos de personas de toda condición social, que, junto con cargos públicos y autoridades civiles y militares, han desfilado por su “velorio” para rendir el último homenaje.
Cuando se tiene tanto dinero es fácil sacar un poco los pies del tiesto y amagar sin riesgo una miaja de rebeldía intrascendente para acercarse en señaladas ocasiones a los gustos de la gente corriente, pues ese ha sido uno de los grandes aciertos de la aristocracia española, que con un alarde de campechanía y superficial contacto con la plebe, ha sabido meterse en el bolsillo a los estratos más ignaros del pueblo llano.
En otros países, el empeño de la nobleza más alta en mantener la distancia con el pueblo ha terminado con frecuencia en el cadalso. En España, no; pues tenemos una nobleza bien nutrida, consentida y renovada, que vive de manera natural entre los ciudadanos, en esa mezcla de lo viejo y lo nuevo que perfila a la España de hoy, ancestral y a la vez postmoderna, en la que permanece la fuerza de los viejos estamentos sobre una débil ciudadanía como signo de una revolución burguesa varias veces empezada y nunca rematada.
Descendiente, también, del legendario Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, Gran Duque de Alba, vencedor en Flandes y odiado por su severidad, como aún recuerdan en Bélgica y Holanda, Cayetana Fitz-James Stuart, en su calidad de gran latifundista, ha sido una de las propietarias más favorecidas por las subvenciones de la Política Agraria Común, decididas curiosamente en Bruselas. Que lo uno no quita lo otro, en esta contradictoria Europa neoliberal.

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