Good morning, Spain,
que es different
Están
revueltas las cosas en el Partido Popular con el tema de la corrupción, porque ha
pasado lo que tenía que pasar, y es que en un partido tan clasista no podían
faltar las distinciones jerárquicas en materia de corrupción. Esta es una de
las consecuencias de la decisión de Rajoy de expulsar del partido a imputados en
la “Operación Púnica”, medida que algunos militantes afectados juzgan
extraordinaria y aplicada sólo a ellos, como sucede con Carlos Martínez, presidente de la Diputación de León y alcalde
de Cuadros, que, desde la cárcel y apoyado por seis concejales, se resiste a
dejar la alcaldía.
Es
la rebelión de los corruptos, que podríamos llamar igualitarios, que no admiten
que en el mundo de la mangancia también hay castas, pues advierten que el
Partido no trata a todos sus militantes de igual modo.
Ahí
está Rato, rodeado del respeto de los suyos, de dinero y de bellas mujeres, sin
que nadie le tosa. Y ahí está Blesa, paseando por la rue su cuerpo serrano y
habiendo logrado inhabilitar al juez que osó meterlo en la trena, de la que
salió tan rápido que parecía la devolución en caliente de un emigrante nigeriano
en la valla de Melilla.
Y
ahí está Matas, otra vez en la calle, por aplicación del tercer grado
carcelario para facilitar su reinserción en el mundo de los negocios de
Mallorca, que parece la isla del tesoro, sin que el ex presidente balear, que tiene
una veintena de causas pendientes, tenga algo que envidiar al capitán Flint.
Y
ahí está Camps, hartándose de arroz con bogavante a la orilla del Turia, que no
era de plata sino de oro, y sin haber pagado los trajes y el abrigo que le
regaló su amiguito del alma para que cubriese sus carnes las noches de frío.
Y ahí
están los receptores de sobres marrones que puntual y generosamente repartía el
tito Luís, que, por cierto, es de los pocos que está a la sombra. Y ahí está
otro montón de aprovechados, a quienes ha salvado su ignorancia de la lengua
inglesa, que les ha llevado a confundir el dinero en blanco con el dinero
black.
Y
ahí está Ana Mato, al frente (o en la retaguardia) de un ministerio, y llevando
como puede una ceguera que le impide distinguir con claridad los coches británicos
a la luz del día, y ahí está su exmarido y otros tantos afectados por una
dislexia fiscal que les impide distinguir entre un regalo y un soborno.
Esto
es difícil de admitir por los rebeldes de León, porque no aciertan a entender la
diferencia que hay entre la corrupción de gama alta y el simple choriceo. No es
lo mismo ni puede serlo, vaciar la cuarta entidad bancaria del país, en Madrid,
que es la capital financiera y mamanciera del reino de España, que procurarse
un 3% en provincias. Hombre, no. Es como comparar a Al capone con un raterillo
del Bronx. No hay color.
Pero esto no lo entienden ni lo pueden soportar los
rebeldes de León, que agitan la bandera de la igualdad, que no siempre es un
valor de la izquierda, y formulan una petición razonable: que la injusticia sea
igual para todos.
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